Segundo intento filosófico
…Un año después
Transcurrido un año desde la redacción de las lineas anteriores (que quedaron incompletas y que yo no soy quien para continuar), hallándome sin duda ahora en el peor momento de mi vida, al descubrir que la muerte no es sólo un fantasma que se pueda exorcizar diciendo que cuando estamos ella no está y cuando ella está nosotros no estamos, sino, antes al contrario, que es algo casi tangible, pesado y agobiante; hallándome, digo, en tal situación y viendo ante mí esta libreta en blanco, que a tan alto fin parecía destinada, lo único que puedo sentir es indiferencia.
Proponerse ser un segundo Descartes es lo mismo que querer ser reencarnación de Pico de la Mirandola (ambición que al parecer he compartido con Bioy Casares o, mejor dicho, con el joven que fue Bioy Casares); es pretender tener dos cuando no se ha tenido uno.
Bastante fatigosa es ya de por sí la tarea ineludible, pues nos viene impuesta, de ser, para desear, además, ser otro.
Una vez alcanzadas las conclusiones anteriores, ¿qué se puede hacer con esta libreta? Supongo que convertirla en un simple cuaderno de notas.
Una libreta usada, mancillada (pues para otro fin había sido destinada) no invita, sin embargo, a ser llenada de nuevas frases: siempre resulta más apetecible y menos comprometedor, estrenar otra libreta, para no verse en la obligación de tener que escribir pequeñeces en una libreta que a tanto aspiraba.
Pues pequeñeces son lo que yo deseo escribir, tal vez debido a que mi mente es incapaz de concebir ‘grandezas’. Quede, pues, esta libreta destinada a albergar todas mis ideas antaño diseminadas por libros, hojas, trozos de cartón, pequeños billetes y libretas; ideas que, piense lo que yo piense ahora, cuando fueron concebidas no me parecieron pequeñas, no las vi como molinos, sino como gigantes. Para ellas esta libreta.
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[viene de Intento filosófico 1]
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4 Comments
neuer
Acababa de morir mi amigo Jesús A…. Hoy, precisamente, antes siquiera de releer este texto y escribirlo en el ordenador, he estado pensando intensamente en Jesús. Una casualidad. Pensaba en su enfermedad y en la manera inesperada en que murió. Inesperada porque yo no pensaba que su vida estuviese en peligro. Mi macabro temperamento me ha llevado a comparar su caso con el mío.