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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
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El registro universal

En Recuerdos de la era analógica se trata en varias ocasiones el asunto de los derechos de autor en un mundo cada vez más digitalizado. En algunos relatos aparece  de manera indirecta, pero en otras ocasiones de un modo explícito, como en «El registro universal», un texto en el que se ofrecen varios ejemplos del desarrollo y evolución del registro de derechos de autor a lo largo de los próximos siglos.

En ese relato se puede ver, por ejemplo, una demanda de la Corporación Trivial Language contra un ciudadano anónimo e inculto al que se menciona bajo las siglas A.R. Ofrezco aquí un fragmento.

Caso “A.R. contra Trivial Language”
Informe nº22238 SA3973/000096489927884938//99327893
SL 63972765 XZV 973026930 (2ª parte)
Exposición:
El DEMANDADO alega no poseer ingresos suficientes para pagar los derechos de las conversaciones que mantiene. En consecuencia, no pudiendo hacer frente a las deudas con las empresas enumeradas en el Anexo 3, todas ellas propiedad de la Corporación TRIVIAL LANGUAGE, solicita ser declarado en quiebra intelectual.
Propuesta de Conciliación:
La corporación TRIVIAL LANGUAGE, en atención a la escasa cultura del DEMANDADO y ahora solicitante A.R., y entendiendo que el plagio sistemático que el sujeto hace de infinidad de sus ítems registrados, concretamente gestos, frases hechas y opiniones políticas en particular, es involuntario, accede a conceder una amnistía intelectual a A.R., pidiendo, en contrapartida, el derecho a usar la imagen del demandado y solicitante en sus futuras campañas publicitarias, petición que el demandante acepta, asumiendo que su imagen será denigrada y su persona humillada.
Resolución:
Se llega a un compromiso comercial entre la Primera Parte, el DEMANDADO A.R., y la Segunda Parte, la Corporación TRIVIAL
LANGUAGE, que, además, se compromete a proveer al DEMANDADO A.R. de una cantidad suficiente de ítems gratuitos como para que éste pueda desenvolverse con naturalidad en la vida social inferior.

En el vídeo Trivial Language se puede ver un caso que recuerda mucho al este del «Registro Universal», en el que un ciudadano común se ve acosado por la implacable Corporación Trivial Language. Divertido y al mismon tiempo inquietante.

Los antólogos del siglo 25 (que reúnen los textos de Recuerdos de la era analógica) también escriben un epílogo a «El Registro Universal», que trascribo aquí:

COMENTARIO DE LOS ANTÓLOGOS
Nos han parecido muy interesantes estas hojas de un antiguo registro que podría estar relacionado con el legendario sistema de registro digital Xanadú, cuya pretensión era registrar cualquier contenido presente en la Red.
En la época de transición a la era digital, varias corporaciones se dedicaron a componer millones de temas musicales y a distribuirlos para su uso comercial, gracias a la facilidad combinatoria que ofrecían las computadoras. En poco tiempo resultó casi imposible crear un tema musical que no hubiera sido ya registrado. Cuando Lin Bao comenzó a cartografiar el mundo aplicando algoritmos y fórmulas matemáticas, las leyes de la ciencia también quedaron registradas.

A continuación se intentó hacer lo mismo con la literatura, diseñándose la llamada Biblioteca de Babel, que aspiraba a contener todas las obras posibles en todos los idiomas, pero la tarea resultó demasiado ambiciosa, incluso con ordenadores cuánticos, al menos hasta las últimas décadas del siglo 21. Más sencillo resultó registrar el lenguaje corriente.
En el primer ejemplo que hemos seleccionado («Caso A.R. contra Trivial Language»), puede observarse el efecto que tuvo la iniciativa de registrar el lenguaje común, o al menos ciertas expresiones, que afectó especialmente a personas privadas de una educación superior y, por ello, incapaces de construir un discurso propio más allá de los lugares comunes. La pobreza de su lenguaje les llevaba a repetir una tras otra frases tópicas que ya habían sido registradas, viéndose obligados a un continuo dispendio de dinero si deseaban seguir manteniendo conversaciones con familiares amigos y conocidos. Naturalmente, para incurrir en plagio se debía repetir un número determinado de ítems. En lo que se refiere a la música (una de las primeras artes sujetas a derechos de autor) el plagio consistía en la repetición de ocho compases en el mismo orden, mientras que en el caso de las conversaciones sujetas a derechos de autor, se debía emitir una frase que repitiera al menos once palabras en el mismo orden, por ejemplo: «¡El tiempo vuela y la vida pasa sin que nos demos cuenta», o «Perdone que le moleste, pero, ¿podría ponerme un café con leche?».

Gracias al sistema de registro universal Xanadú, aplicado al Ideomundo, fue posible cobrar a los usuarios que incurrían en plagio un canon por cada frase plagiada.
Las agencias de registro acabaron por añadir a sus bases de datos prácticamente cualquier ítem, con lo que la lectura y difusión de ideas se hizo complejísima y fatigosa, como puede comprobarse en el tercer texto seleccionado («El cerebro auxiliar»). En dicho texto, se pueden observar las palabras, expresiones, conceptos e ideas propiedad de distintas empresas asociadas a diversas agencias de registro. Para facilitar la comprensión del texto, nos hemos visto obligados a seleccionar tan sólo los ítems que caían bajo la jurisdicción de una de esas agencias, Trivial Language. Aún así, hemos simplificado las notas y referencias de esta agencia, que se extendían a lo largo de más de cincuenta páginas (hay que tener en cuenta que el fragmento elegido sólo tienen cuatro páginas).

En realidad, todas y cada una de las palabras, y en ocasiones incluso combinaciones de letras, estaban sometidas a copyright (©) o eran marcas registradas (™). La única palabra no sometida a registro que hemos encontrado en los archivos de las diversas agencias era seclib.
Seclib era al parecer una variante de secleb («Dícese de aquellas palabras que carecen de definición»), y, según los diccionarios posteriores a la Era Registradora, significaba: «Palabra que no puede ser registrada»). El conflicto entre la palabra seclib y el significado de la palabra y su eventual registro llevó a los tribunales a declarar seclib «no registrable».
Sin embargo, el proyecto de registro digital condujo a algunas situaciones paradójicas insostenibles que, según parece, aconsejaron su derogación. De ello es un buen ejemplo el segundo ejemplo que hemos seleccionado («El Estado contra Blank Enterprises»), en el que puede observarse la situación a la que se enfrentaron los Estados, que año tras año tenían que abonar cantidades desmesuradas a empresas privadas que se habían adelantado a cualquier situación imaginable mediante métodos de prognóstica aplicada. Cuando cualquier situación, habitual o no, tenía lugar (por ejemplo un terremoto en Bombay), el Estado se veía obligado a pagar sus derechos a empresas privadas en caso de responder al suceso con medidas coincidentes con las ya registradas, que solían ser las medidas adecuadas en tales casos, por lo que habría sido insensato adoptar otras.

Aunque hechos como los anteriores llevarían con el tiempo a su propia desaparición, los Estados todavía pudieron reaccionar y el registro de ítems, temporales primero y espaciales después, fue prohibido por ley. A pesar de ello, algunos testimonios del siglo 23 aluden a un nuevo intento de registro universal (es decir, del universo como un todo), pero debe tratarse de un error o de una broma, porque desde entonces el asunto nunca ha vuelto a ser mencionado, que nosotros sepamos.
Lamentablemente, no hemos podido datar estas hojas de un registro en una época concreta, aunque esperamos ofrecer más información en próximas revisiones de esta Antología. (Recuerdos de la era analógica)

Hay en este texto muchas sugerencias intereresantes que sólo un buen todólogo o un experto escléptico podría descifrar, entre ellas las menciones a Lin Bao y la cartografía del Ideomundo (el lector debería leer en este caso otros dos relatos de Recuerdos de la era analógica: «Que nada se crea» y «Manifiesto contra los mundos posibles») . La Biblioteca de Babel que se menciona sin duda tiene relación con una premonición de Jorge Luis Borges, que a su vez tomó la idea de Kurd Laussewitz, como cuento en El guión del siglo 21 y aquí: Secleb y la Biblioteca de Babel.


Puedes leer El Registro Universal completo (y Que nada se crea, Manifiesto contra los mundos posibles y un total de 18 relatos) en Recuerdos de la era analógica, que puedes conseguir en:

eBook
Evohé, Amazon

Versión impresa
Evohé, Amazon




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Ezine de Daniel Tubau, publicado en su libro Recuerdos de la era analógica, una antología del futuro  

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