El carácter nacional húngaro
En las guías de viaje se dice que los húngaros son muy alegres, pero también atormentados. Al parecer, tenían o tienen la tasa de suicidio más alta de Europa. Ana tiene una explicación que resulta plausible para Budapest: es fácil quitarse la vida desde las alturas de Buda o arrojarse al Danubio desde los puentes que unen Buda y Pest.
Uno de los puentes que une Buda y Pest
Al fondo se ven las colinas de Buda
Uno nunca sabe si está condicionado por los tópicos y por las guías de viaje, pero a mí sí me ha dado la impresión de que los húngaros son alegres, más alegres que los austríacos. Y también me parece haber visto a más húngaros con aspecto atormentado. Es posible que me haya influido también la lectura de El viajero bajo el resplandor de la luna, un libro de Ántal Szerb que hemos descubierto en Budapest y que estamos leyendo (en su traducción española, por supuesto).
Lo que un suicida vería poco antes de saltar al Danubio
Los propios húngaros parecen ser conscientes y promocionar esos dos aspectos de su personalidad, su alegría y su fatalismo, y se quejan de un destino histórico que les es esquivo. En su himno nacional, escrito por Ferenc Kölcsey y con música de Ferenc Erkel) se dice:
“Apiádate, Señor, del húngaro
rodeado de peligros
Extiende sobre él tu brazo protector
en el mar de sus desgracias.
Concede años de felicidad
a quien la adversidad tanto ha maltratado
Su pueblo ya ha expiado
el futuro y el pasado.”
Los últimos versos lo dejan claro: los húngaros no sólo han pagado con su sufrimiento todas sus culpas pasadas, sino incluso también sus culpas futuras. Es uan idea que recuerda inevitablemente aquel fatalismo bíblico en el que los seres humanos no sólo son castigados por las culpas de sus antepasados (como Adán y Eva, idea heredada por los cristianos), sino también por las de sus descendientes.
Quizá sea esta creencia de los húngaros en la fatalidad de su destino lo que me ha hecho darme cuenta de una hermosa paradoja: las teorías deterministas están determinadas por las circunstancias culturales.
Las personas, en cualquier época y lugar, tienen un deseo irreprimible de encontrar una causa clara y tangible que lo explique todo. Es una proyección a la evolución social de la tendencia que tiene nuestra mente a tratar de explicar y unir datos dispersos. Siempre queremos encontrar una explicación que haga coherentes los sucesos dispersos de nuestra vida.
Las observaciones astronómicas condujeron a teorías astrológicas deterministas que intentaron hallar en las estrellas las razones de nuestro destino. Por su parte, en religiones como el cristiansimo y el Islam el determinismo se expresa en teorías como la que dice que uno se salva si está predestinado por la Gracia (la Gracia no se puede obtener por méritos propios); o que las mujeres, por ser mujeres, no tienen alma, y por tanto no pueden salvarse, o que en un libro ya están escritos los nombres de quienes se salvarán y condenarán en el Juicio Final.
Pero este determinismo se adapta siempre a las circunstancias cambiantes, por lo que en la época del desarrollo de las teorías económicas surge el determinismo económico marxista; mientras que los estudios anatómicos conducen a doctrinas deterministas como la frenología, que cree encontrar en la forma del cráneo las causas de la criminalidad o la inteligencia. Cuando la época victoriana y el puritanismo ceden terreno, surge un nuevo determinismo en Freud: todo está determinado o causado por el sexo. El auge de los nacionalismos es en sí otro determinismo (la nación como causa y razón); el belicismo encuentra también su teoría determinista en el ansia de poder de Adler.
Como niños que descubren un nuevo juguete, nos afanamos en convertir cualquier nuevo hallazgo en la clave de bóveda de una explicación total, en la razón final que explica nuestro comportamiento y nuestro carácter. En fin, el último juguete determinista empezó a desarrollarse con la teoría genética: estamos deterninados por nuestros genes. Una conclusión que, en definitiva, no es otra cosa que una actualización del fatalismo húngaro, de la idea de un destino inscrito en los pueblos, la sangre o las estrellas.
(Publicado por primera vez el viernes 3 de diciembre de 2004)
CUADERNO AUSTROHÚNGARO
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2 Comments
Jorge Cantatore
No hay Colinas en Pest, todas estan en Buda… Quiza te paraste al reves Y nunca te diste cuenta donde mirabas…
Daniel Tubau
Gracias Jorge, ya lo he corregido. Fue un simple despiste.