Amores de un vividor
Uno de los escritores japoneses que más me gustan es Saikaku Ihara. O Ijara Saikaku, porque las grafías e incluso el orden de los nombres orientales a menudo varía. También sucede con los nombres húngaros, por cierto, pues al parecer no hay que decir Bela Bartok, sino Bartok Bela.
De Saikaku leí hace años Cinco amantes apasionadas. Y poco después compré Hombre lascivo y sin linaje, en la misma editorial, Hiperion, pero con distinto traductor.
Resulta que Saikaku vivió hacia 1600 y el lenguaje japonés ha evolucionado mucho desde entonces. Incluso a los japoneses actuales les resulta muy difícil leer autores de esa época y particularmente a Saikaku, quien ha sido comparado con Quevedo y con escritores barrocos. El traductor de Hiperión intentó la dificilísima tarea de traducir Hombre lascivo y sin linaje respetando la manera original de Saikaku. Pero, claro, eso es imposible y lo más semejante que se puede intentar es traducirlo como si todavía hablásemos a la manera de un barroco del siglo XVII. Creo que el esfuerzo tiene mérito y que la traducción es desde el punto de vista estilístico asombrosa, pero resulta muy difícil leerlo. La construcción de la frase y el uso de palabras en desuso acaba fatigando. O al menos a mí me fatiga.
Ahora ha salido una nueva traducción, esta vez de Fernando Rodríguez Izquierdo en Alfaguara y es un placer leerla. No sé cuál será más fiel a Saikaku, pero yo prefiero esta.
Curiosamente, Antonio Cabezas dedicaba su traducción a Fernando Rodríguez Izquierdo y éste se hace eco ahora de aquella dedicatoria que juzga inmerecida y elogia el trabajo de su colega.
Para mostrar la dificultad de la tarea, se pueden comparar estos dos párrafos de uno y otro traductor, no para observar el estilo, que también, sino para mostrar que incluso llegan a contar cosas diferentes:
“Sea de ello lo que fuere y estando lamentándose de que el paje que le acompañaba se le hubiera desteñido el bigote postizo, sucedió que cierto hombre que vivía recluido en aquel caserío salió y se puso detrás con su paraguas, abierto de forma que resguardara con él a Ionosuke”
(Antonio Cabezas García)
“Y cuando se lamentaba a gritos, como el criado de la leyenda, por la caída de sus barbas pintadas, apareció un hombre, habitante de algún poblado cercano, por aquellos parajes tan retirados del mundo. Había seguido los pasos de Yonosuke y ahora, poniéndose a su lado, lo cubrió con su paraguas”.
(Fernando Rodríguez Izquierdo)
Como se ve, en una traducción Ionosuke va con un criado, mientras que en la otra el criado no existe, sino como comparación: según el traductor se refiere a un criado que se pintó barbas para darse importancia y se le borraron con la lluvia.
Yo, por supuesto, no puedo saber quién tiene razón.
***************
CUADERNO DE JAPÓN
[pt_view id=”bc33341clq”]