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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
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Las lecciones de la experiencia

Entendimiento y voluntad en Descartes

Tras intentar demostrar o fingir intentar demostrar la existencia de Dios de varias maneras no muy convincentes, Descartes se preocupa de la distinción entre la percepción del entendimiento y la operación de la voluntad.

Sentir, imaginar y el puro entender son modos de percibir, mientras que desear, rehusar o afirmar, son modos del querer.

El error, nos dice, y aquí Descartes se enfrenta con los escépticos, nunca se halla a la percepción, sino en todo caso en el juicio hecho sobre una percepción, pues en el juzgar se requiere tanto el entendimiento como la voluntad. El problema surge porque la voluntad se extiende más allá del entendimiento, pues en cierto modo es infinita, mientras que nuestro entendimiento, al ser creado, es finito. En cualquier caso, conviene recordar, nos recomienda Descartes, que la mayor perfección del hombre consiste en el obrar libre, por lo que somos nosotros la causa de nuestros errores y no Dios. Finalmente, vuelve a insistir en que el libre arbitrio es evidente de por sí.

Aquí yo señalaría tan sólo que, ahora que sabemos más de la manera en la que percibimos, seguramente deberíamos admitir que la percepción y el entendimiento están más estrechamente ligados de lo que parece y que existen ciertas situaciones en las que nuestro entendimiento es engañado por una teoría no nacida de nuestra voluntad, sino de nuestro propio sistema perceptivo, que en función del contexto interpreta de diferente manera la realidad. Me refiero a ilusiones como la siguiente:

optical-illusion-blocks

La parte central de los dos recuadros es exactamente del mismo color.

Una ilusión como la anterior, ¿procede de nuestros sentidos o de nuestro entendimiento? Resulta difícil decirlo, pero parece que su origen está en algo más que la simple percepción de los colores y en algo menos que nuestra voluntad.

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Descartes

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