Hana y la verdad verosímil

Lo que The Host, del coreano Joon Bong-Ho es al cine de monstruos, Hana lo es al cine de samurais. La semejanza entre estas dos películas tiene que ver con su manera de tratar la verosimilitud, pero también tiene relación con la verdad.

Pocas cosas son más difíciles de entender y definir que lo verosímil. Como se puede ver Las paradojas del guionista, en especial en el  capítulo Realidad y ficción, la realidad y lo verosímil no siempre coinciden, y cosas muy verosímiles en la ficción pueden no suceder nunca en la realidad, y a la inversa.

The Host y Hana tienen que ver con la verosimilitud porque todo lo que vemos nos parece posible, no hay nada ante lo que digamos, «esto no podría suceder». Es una verosimilitud no sólo relacionada con las leyes del relato, sino con las de la realidad.

En The Host, por supuesto, hay algo inverosímil: el monstruo mutante. Pero, una vez aceptado el monstruo, todo lo demás es razonable. En Hana ni siquiera tenemos que aceptar un monstruo. Tan sólo hay samurais.

samurai

Todos sabemos que los samurais existieron, por supuesto, pero estamos acostumbrados a pensar en ellos como en personajes semejantes a los caballeros de la tabla redonda, como los héroes de las leyendas artúricas. Sin embargo, los samurais de Hana se comportan como los protagonistas de The host, como personas normales. Por ejemplo, como personas que actúan como estereotipados samurais; es decir, haciendo el ridículo, porque la casta de los samurais era una casta ridícula. Lo era no sólo en las épocas de decadencia, como esta época Edo de Hana, en la que ya no hay conflictos en los que los guerreros puedan hacer valer su dominio de las artes de matar, sino en cualquier época. Lo que pasa es que lo ridículo, sobre todo en el mundo militar, se confunde a menudo con lo sublime.

Se puede sentir afición por las historias de samurais o por muchas ideas del zen, como quien siente interés por los piratas o por el satanismo, pero otra cosa muy distinta es creer que se puede ser un verdadero pirata o satanista sin crueldad, o pensar que los samurais no eran otra cosa que extorsionadores de campesinos y sostenedores del despotismo. O ignorar que el zen es una variante del budismo dhyana indio y del chan chino, adaptado y en parte construido a la medida de los intereses militaristas de Japón.

kore eda

El cine de vaqueros en el que los soldados del Séptimo de Caballería eran héroes que se enfrentaban a los malvados pieles rojas, acabó desapareciendo y películas como Soldado azul (dirigida por Ralph Nelson) empezaron a mostrar historias menos verosímiles para quienes se habían acostumbrado a los tópicos, pero más cercanas a la verdad histórica. Poco a poco los niños empezaron a preferir «hacer de indio» que de «vaquero». Esto todavía no ha sucedido con los samurais. En la imagen se puede ver la batalla de Little Big Horn, en la que murió el general Custer, que con el paso del tiempo pasó de ser un soldado épico a convertirse en un asesino cruel y bastante ridículo, algo, según parece, más cercano a la realidad.

Hana hace lo que no suelen hacer las películas de samurais, porque muestra lo que eran: una casta guerrera, mitad mafiosa mitad fascista, amantes fanatizados de la muerte y de la fidelidad al señor o daimyo.

Por eso, la verosimilitud de Hana, que nos muestra lo rancio, lo grotesco y lo inhumano de la vida de los samurais tiene también que ver con la verdad, o al menos con la huida de la mistificación. Eso puede hacer que muchos aficionados al mundo de los samurais consideren Hana poco verosímil, precisamente porque las cosas no suceden como en esa falsa verosimilitud a la que nos hemos acostumbrado. También la verosimilitud de los caballeros andantes del ciclo artúrico quedó tocada cuando Cervantes escribió Don Quijote de La Mancha.

Verosimilitud y sentido común

En Hana la verosimilitud también nace al ver reflejado el sentido común en la pantalla. Cuando los sociólogos o los historiadores nos dicen que en la Edad Media todos creían en Dios y en la divinidad de los reyes, y que pensar en que alguien fuera ateo es un vulgar anacronismo, sospechamos que eso no puede ser del todo cierto. Que al menos alguna persona entre mil debió percibir lo que se escondía tras el decorado, la tramoya de ese teatro de fanatismo religioso. Al menos algún campesino pensaría que todo aquello era un invento para que los curas y los nobles vivieran bien a costa de su sumisión. Quizá no se atrevieran a decirlo en público, y sin duda nunca se atreverían a escribirlo, pero creer que todo el mundo pensaba lo que los historiadores al servicio de los poderosos nos han contado que pensaban, es algo tan contrario al sentido común que no resulta creíble.

Es cierto que podemos aceptar, como nos aseguran los relativistas culturales, que muchos aztecas y mayas corrían alegremente a que les arrancasen el corazón, o que hubo miles de japoneses que se suicidaron sin dudarlo a la mayor gloria del emperador, porque los suicidios de terroristas nos recuerdan cada día que alguien puede aceptar voluntariamente perder la vida por una ideología, una religión, por fanatismo o por simple desesperación. Pero también sospechamos que muchos de ellos lo hacen obligados, y que más de uno intenta escapar a tan absurdo destino.

Aunque nos resulte creíble que muchos acepten voluntariamente inmolarse o ser inmolados, también nos resulta creíble que algunos de los cautivos de los mayas intenten escapar, como sucede en Apocalypto, de Mel Gibson, o que varios soldados japoneses intenten evitar un suicidio impuesto por sus superiores, como se ve en Cartas desde Iwojima, de Clint Eastwood.

En Hana, los samurais no están idealizados, algo que no se explica sólo por un propósito de verosimilitud, sino que es también una verdad moral y una decisión ética por parte de Kore Eda.

Se dirá que estos son valores extracinematográficos que no tiene sentido considerar al hablar de una película, pero una película es mucho más que sus valores cinematográficos. La exageración panfletaria y manipuladora de algunas películas ha hecho que muchos rechacen cualquier intención o contenido político y social en el cine, pero esa es una reacción exagerada, como espero demostrar en otras entradas.

Contra la venganza

Hana es la primera película de Kore Eda enteramente de ficción. La única alusión a un hecho concreto es una historia que circula en paralelo a la trama principal que tiene que ver con la famosa leyenda de los 47 ronin, un clásico de la literatura y la cultura japonesa basado en un hecho real.

47ronin

Mifune en una versión de Los 47 ronin

Los 47 ronin eran servidores de Lord Asano, al que Lord Kira engañó en una ceremonia, incitándole a desenvainar en presencia del shogun (lo que significaba la condena a muerte). Asano tuvo que hacerse el seppuku (切腹) o harakiri (腹切) y perdió todas sus posesiones. Sus servidores quedaron sin señor y los samurais se convirtieron en ronin (esclavos sin señor). Decididos a vengarse de Kira, esperaron pacientemente hasta que un día lograron entrar en su palacio y decapitarle. Fueron capturados y obligados a hacerse el seppuku, pero su acto de venganza les restituyó el honor, tanto a ellos como a sus familiares .

47 ronin

La mirada de Kore Eda acerca de este asunto es también desmitificadora y burlona, precisamente porque la de los 47 ronin es una historia de lealtad, fidelidad y venganza bastante semejante a las historias del honor del teatro clásico español, que hoy nos parecen, con toda razón, vestigio de una época bárbara. Sin embargo, en Japón, muchos admiran todavía la supuesta hazaña de los 47 ronin y acuden a su tumba a depositar ofrendas.

47 ronin

Las tumbas de los 47 ronin

Una de las motivaciones principales de Kore Eda para hacer Hana fue oponerse a la idea de matar o morir por venganza:

«Es algo que me preocupa mucho. Llegué a esa reflexión tras el 11-S y el comienzo de la guerra de Irak. Lo que sucede es que aposté porque la película tuviese un tono de comedia, porque me fascina conseguir una sonrisa del público. Pero el tono de comedia no impide que mi preocupación sobre la venganza llegue al espectador.» (Canarias 7, 18/03/2007)

hana asano

De frente, uno de los más famosos actores japoneses, Tadanobu asano, que en Hana hace un papel pequeño pero importante, el del hombre del que ha de vengarse el protagonista. De perfil, oculto tras la máscara, el protagonista, Sozaemon, interpretado por Junichi Okada

Pero, junto a esta crítica de la idea de venganza, Kore Eda aprovecha para desmitificar no sólo a los 47 ronin y en general a los samurais, sino también a los pobres. En Hana, los pobres se comportan como personas, no como pobres de película. Como personas que, además, por supuesto, son pobres. Ni son bestias sometidas a sus instintos ni almas bondadosas e ingenuas. Porque una cosa es tan mentira como la otra.

Los pobres pueden ser, desde el punto de vista de un sociólogo, o según lo que reflejen las encuestas y las estadísticas, de esta o aquella manera, y los ricos de aquella otra, pero unos y otros son también personas; y las personas, o al menos algunas de ellas, se comportan de manera compleja. Muchos pobres y muchos ricos, quizá la mayoría, dicen lo que se espera de ellos, pero otros son capaces de darse cuenta de la farsa e intentar escapar de ella, como le sucede al protagonista de Hana y a algunos de sus compañeros.

Por otra parte, es casi una novedad ver una película de samurais en la que no se derrama sangre y esa es una de las cosas que confirma que Kore Eda es diferente a la mayoría de los directores japoneses, quienes a pesar de sus virtudes, que no son pocas, no acaban de salir del estereotipo de lo cinematográficamente japonés: gusto por la violencia, obsesiones sexuales que bordean lo patológico, sadismo y masoquismo, comportamientos a menudo difíciles de entender, etcétera. Kore Eda, quizá sin pretenderlo de manera explícita, muestra que todo eso es un estereotipo y que lo seres humanos no somos tan distintos, a pesar de que las diferencias culturales a veces nos hagan creer que los detalles y las diferencias anecdóticas son nuestra esencia, y que un japonés es un tipo fundamentalmente raro (que es lo mismo que los japoneses opinan de los españoles). Curiosamente, existen muchas semejanzas en la historia de Japón y España: una glorificación de lo militar (que no se da en China, por ejemplo) con figuras como los monjes guerreros, los samurais y los hidalgos españoles y de códigos como el del honor, la fidelidad y la venganza, propios de épocas despóticas en las que no existen individuos sino siervos; ni ciudadanos, sino súbditos. Es cierto que:

«La verosimilitud no es una relación entre el discurso y la realidad, sino entre el discurso y aquello que los lectores o espectadores creen que es verdad. Ese otro mundo de ficción es el de las ideas acerca de lo que es real que tienen los espectadores. Si en una película de Hollywood aparece un español rubio, alto y con ojos azules, poco importa que esa persona exista en la realidad: los espectadores no creerán que sea español. Del mismo modo, tampoco los españoles aceptarán a un sueco bajito y moreno. A menudo, salirse del tópico significa correr el riesgo de que el espectador se ponga a pensar sobre un detalle en el que nosotros no queríamos que se detuviera, y empiece a plantearse si nuestra inverosímil historia es verosímil.»  ( Las paradojas del guionista, 98)

Pero aunque eso sea cierto, tal vez estamos demasiado acostumbrados a pensar que todos los japoneses son mitad samurai mitad monje zen, que es una idea tan simplista y ridícula como considerar que en todo español hay un monje soldado, un hidalgo venido a menos o un torero. Así que no es mala idea que empecemos a olvidarnos de personajes acartonados también al pensar en Japón.


 

La página de Hana (en japonés)

Acerca del Lejano Oeste y su verdadera historia se puede leer Enterrad mi corazón en Wounded Kne, un extraordinario libro de Dee Brown.

Para la relación entre el zen y el budismo con el bushido o arte de la guerra y el militarismo japonés es muy recomendable El arte japonés de la guerra, de Thomas Cleary.

Puede verse una muestra de que la historia de los 47 ronin y sus valores morales, en mi opinión bastante detestables, son admirados todavía en 4+1 en japón

Sobre la verosimilitud, se puede ver también The host y la verosimilitud, que tiene que ver con el capítulo de Las paradojas del guionista «Las leyes del relato.»

Acerca de los samurais hay una capítulo muy interesante en mi libro Elogio de la infidelidad.

De la afición a los caballeros y samurais, lo que yo llamo «nostalgia del brillo», hablo en La verdadera historia de las sociedades secretas y también en la página dedicada al libro: ¿Nostalgia de qué?


[Publicado por primera vez el 14 de enero de 2008]

****************

Para ver todas las entradas dedicadas al guión y al cine: Cine y guión. Todas las entradas

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *