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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau

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Los libros de autoayuda

En Un optimista es sólo un pesimista bien informado, dije que todo lo razonable del optimismo se veía comprometido por «la avalancha de libros de autoayuda más o menos simplistas que inundan las librerías».

Si dije «más o menos simplistas» es porque en lo que se refiere a ideas concretas, hay que reconocer que más del ochenta por ciento del contenido de esos libros suele ser excelente. Tan sólo un 20 por ciento es trivial y simplista, un porcentaje que coincide con la parte del libro que ha escrito quien lo firma, porque el resto, aquello que vale la pena, es simple copia de otros autores.

En efecto, la mayoría de los libros de autoayuda no hace más que recoger lo mejor de las fuentes del optimismo, sobre todo griegas y latinas, taoístas y de la Ilustración, pero también las trasmitidas por aquello que se llama sabiduría popular, desde las andanzas del mulá Nasrudín al Quijote, desde los cuentos y chistes yasídicos a las fábulas de India.

El problema es que esos autores suelen estropear las buenas ideas de otros con explicaciones vacuas y vacías, casi siempre reaccionarias, como en el caso de Paulo Coelho o Carlos Castaneda, y con un tono voluntarista y de adulación al lector que resulta fatigoso y gratuito. Junto a todo ello, una sobrecarga interpretativa llena de psicoanálisis que acaba por convertir las historias más divertidas y ocurrentes en un caldo trascendentalista indigerible. Prefiero sin dudarlo lo que hace Jean Claude Carriere en El círculo de los mentirosos, que se limita a recopilar las historias y añade un prólogo tan interesante como todo lo que escribe.

Cualquiera es libre, por supuesto, de comentar esas historias y consejos de la sabiduría libresca o tradicional, pero es una pena que se conviertan en trivialidades y en verdades dichas con una boca muy abierta por el asombro. En mi opinión, hay que hacer precisamente lo contrario: que esas ideas se hagan más sugerentes, que se unan a otras con las que parecían no tener relación, que mantengan su caracter ambiguo y paradójico, que no llevan al lector a repetir un lema sin más, sino a investigar y reflexionar, que no rebajen la autoexigencia, sino que la acrecienten, que no le hagan pensar que logrará todo lo que se proponga por el simple hecho de desearlo, sino que conseguirá esto o aquello si pone a trabajar su inteligencia y su ingenio; si le enseñan no a confiar ciegamente en su intuición y su instinto, sino a ponerlos a prueba y darse cuenta de lo fácilmente que le engañan cuando se deja llevar por ellos.

Cualquiera es libre de usar un cuento tradicional y reescribirlo, como hace Borges, por ejemplo en La biblioteca de Babel a partir del relato La biblioteca universal, de Kurd Lasswitz, o como vuelve a hacer en la Historia de dos que soñaron, reescribiendo un relato de Las mil y una noches que también existe en la tradición jasídica hebrea. Pero ese mismo relato de los dos que soñaron en manos de Paulo Coelho se convierte en una trivialidad cursi y reaccionaria llamada El alquimista.

Quizá deba aclarar que el género de los libros de autoaprendizaje o autoayuda me parece uno de los mejores, a pesar de que, como ya he dicho, hoy en día abunden tantos que caen en cierto simplismo. A este género pertenece el extraordinario Manual de Epícteto, el Lun Yu o Analectas de Confucio, La conquista de la felicidad, de Bertrand Russell, las dos éticas de Aristóteles, muchos de los libros que escribió Epicuro (del que conservamos la extraordinaria Carta a Meneceo), y muchas otras obras deliciosas y útiles. Para mí, son esos libros el término de comparación y frente a ellos los actuales son una continua decepción, salvo algunas excepciones, que no suelen ser situadas en el estante «Autoayuda», como los siempre estimulantes libros de Paul Watzlawick.

Continúa en: El efecto placebo y algo más (o menos)


Acerca de los libros de autoayuda, escribí una improvisación en Speakercornerweb:
Una improvisación sobre los libros de autoayuda

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Este es el capítulo 2 de:
Breve investigación acerca del pesimismo y el optimismo 

Continua en: El efecto placebo y algo más (o menos)


Un optimista es sólo un pesimista…

Un optimista es sólo un pesimista…

Las cosas están cambiando y ahora resulta que los optimistas están mejor informados que los pesimistas, algo que ya sabíamos quienes nos situábamos más cerca del optimismo que del pesimismo, precisamente porque estábamos mejor informados.

El efecto placebo y algo más (o menos)

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Recientes investigaciones parecen mostrar un resultado aún más asombroso del efecto placebo: en algunos casos funciona incluso si el paciente sabe que está tomando un placebo, es decir, incluso si sabe que es mentira que el medicamento sea efectivo.

Y finalmente… el efecto nocebo

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El nocebo es el efecto contrario al placebo: se produce cuando estamos tan absolutamente convencidos de la poca efectividad de una medicina que conseguimos disminuir sus virtudes.


Lo psicosomático y Susan Sontag

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2 Comentario
  • Mercedes dice:
    Tu comentario está pendiente de moderación. Esto es una vista previa; tu comentario será visible cuando se haya aprobado.
    Son libros interesantes,pero los libros de Autoayuda son más prácticos y sencillos de entender. A mí la asignatura más complicada de estudiar y entender es Filosofia .Aristoteles es una maravilla.
  • Nicolás Lizcano dice:
    Tu comentario está pendiente de moderación. Esto es una vista previa; tu comentario será visible cuando se haya aprobado.
    El problema con estos libros es que hoy en día no tienen algo nuevo e interesante que aportar; la mayoría solo reciclan , y de manera barata, párrafos de ensayos y libros de grandes escritores como Peter Deunov, Napoleon Hill y de tantas figuras de la época de «El nuevo pensamiento» .
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    Los libros de autoayuda