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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau

Galería

Las lecciones de la experiencia
Los otros escépticos de la India
Los koans del escepticismo
Edipo y Stefan Zweig
Difícil de creer
Carnéades y tus dos amigos gemelos
Al principio fue el misterio
Una filosofía mundana creada por un dios
Los demonios escépticos de la India

Escepticismo y eclecticismo (Diderot/Encyclopædia Britanica)

Denis Diderot

El escepticismo no conviene por igual a todo el mundo. Supone un examen profundo y desinteresado: que el que duda sólo porque no conoce las razones para creer no es sino un ignorante. El verdadero escéptico ha contado y sopesado las razones. Pero sopesar razonamientos no es asunto de poca monta. ¿Quién entre nosotros conoce exactamente su valor? Si se aportasen cien pruebas de la misma verdad, ninguna carecería de seguidores. Cada espíritu tiene su telescopio. Es vital ante mis ojos esa objeción que ante los vuestros pasa inadvertida: encontráis superficial una razón que a mí me aplasta. Si estamos divididos acerca del valor intrínseco, ¿cómo nos pondremos de acuerdo acerca de la importancia relativa? Decidme: ¿cuántas pruebas morales hacen falta para compensar una prueba metafísica? ¿Son mis lentes deformes o las vuestras? Puesto que es tan arduo sopesar razones y puesto que apenas hay cuestiones que no tengan pros y contras, y casi siempre en igual medida, ¿por qué actuamos tan precipitadamente? ¿De dónde nos viene ese tono tan decidido? ¿Acaso no hemos comprobado cien veces cómo subleva la suficiencia dogmática?
Denis  Diderot

Eclecticismo: del griego ‘eklektikos’, «selectivo»; en filosofía y teología, la práctica de seleccionar doctrinas que pertenecen a diferentes sistemas de pensamiento, sin adoptar por ello la totalidad del sistema. Es distinto del sincretismo -el intento de reconciliar o combinar sistemas- en tanto que deja las contradicciones entre ellos sin resolver. En la esfera del pensamiento abstracto, el eclecticismo está expuesto a la objeción de que, dado que cada sistema se supone que es un todo del que sus diversas doctrinas son parte integral, la arbitraria yuxtaposición de doctrinas pertenecientes a diferentes sistemas lleva consigo una incoherencia fundamental.
En los asuntos prácticos, sin embargo, el espíritu ecléctico tiene mucho de recomendable. El filósofo, y no menos el hombre de Estado, tiene que ser ecléctico no por principio, sino porque percibe el mérito intrínseco en doctrinas que pertenecen a facciones opuestas. Esta tendencia se manifiesta más fácilmente cuando los sistemas establecidos han perdido su carácter novedoso o cuando sus defectos quedan revelados como consecuencia de los cambios en el conocimiento científico.
(Encyclopædia Britannica, 1994)

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Escepticismo y eclecticismo (Diderot/Encyclopædia Britanica)