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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau

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Los otros escépticos de la India
Los koans del escepticismo
Edipo y Stefan Zweig
Difícil de creer
Carnéades y tus dos amigos gemelos
Al principio fue el misterio
Una filosofía mundana creada por un dios
Los demonios escépticos de la India
El escepticismo perseguido y subterráneo

Lichtenberg, breve semblanza

lichtenberg_280x280Lichtenberg nació el 1 de julio de 1742 en Oberamstadt, un pueblecito alemán cercano a Darmstadt. Era el hijo número 17 de Johann Conrad Lichtenberg y de Henrike Catharine Eckhard, pero sólo tres de los hijos sobrevivieron a la infancia. Su padre era un pastor protestante muy interesado por la literatura, la música, la física, la astronomía y las matemáticas, aunque murió en 1751, por lo que no creo que influyera demasiado en su hijo, pero tal vez sí despertó su interés hacia estas y otras cosas.

Un historiador o biógrafo aseguraría que así sucedió sin duda, aunque no tuviera prueba alguna, yo sólo imagino esa influencia postmortem del padre sobre el hijo. Es sorprendente la de cosas imposibles de saber que saben los biógrafos.

Lichtenberg comparte con Kierkegaard una capacidad filosófica de primer orden. Sin tampoco saber nada al respecto, también me atreveré a decir que Kierkegaard probablemente conocía y admiraba a Lichtenberg, a pesar de que no pensaban lo mismo en materia de religión. Pero existe otra coincidencia entre ellos que no es tan agradable. Si quieres descubrir a qué me refiero, no te pierdas este diario.

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Lichtenberg

 CUADERNO DE FILOSOFÍA

Lichtenberg y Kierkegaard

Oh, lectora curiosa que te quedaste intrigada al pensar qué tenían en común Lichtenberg y Kierkegaard, ha llegado el momento de saberlo. Resulta que los dos eran jorobados. Dice la leyenda que Lichtenberg era pequeño y jorobado porque de pequeño LEER MÁS

Lichtenberg, placer y dolor

Gladys Anfora cuenta un episodio de la vida de Lichtenberg: "Lichtenberg conoció en 1777 a María Stechard, una joven vendedora de flores, de trece años de edad, analfabeta. "Nunca había visto tal dechado de belleza y dulzura". La invita a LEER MÁS

La regla de oro de Lichtenberg

Lichtenberg: "Una regla de oro: no hay que juzgar a los hombres por sus opiniones, sino por lo que esas opiniones hacen de ellos". En honor a esta excelente idea y a la hermosura del Salmo 90, mañana escribiré un LEER MÁS

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