La religión contra la magia
Introducción a la magia /2
“La magia natural o física no es otra cosa que el conocimiento más profundizado de los secretos de la naturaleza”.
Disquisitiones magicae (1606), de Del Río
Durante la época que hoy en día llamamos renacentista, la magia estaba especialmente mal vista por la iglesia católica, pero también por algunas confesiones protestantes. Para protegerse de la persecución, los aficionados a las disciplinas esotéricas, del mismo modo que intentaban no ser relacionados con los judíos hablando de una Cábala cristiana o blanca, hablaban de dos tipos de magia, una benéfica o blanca y otra maléfica, oscura y negra, que solía llamarse goecia. Los magos goecios hacían filtros amorosos, conjuros eróticos, ritos de hechicería o fabricaban venenos. La magia benéfica, también llamada teúrgia, se aplicaba a fines religiosos respetables y su procedimiento más utilizado era la adivinación.
Para darse cuenta de hasta qué punto estaban unidas la magia y la ciencia en el Renacimiento, basta con recordar que se consideraban casi sinónimos términos como astrologi y mathematici. La Iglesia no distinguía entre unos y otros: en 1163 Alejandro III prohibió a los clérigos el estudio de la física y Juan XXII el de la química:
“Y mientras en el mundo árabe, obediente a la consigna de Mahoma: «La tinta de los sabios es más sagrada que la sangre de los mártires», florecían las ciencias, en especial la medicina, en el mundo católico las bases del conocimiento científico permanecieron inalteradas durante más de un milenio, hasta bien entrado el siglo XVI”.
(Deschner en Historia criminal del cristianismo)
Hay que señalar que toda creencia mágica incluye hasta un cierto punto ideas religiosas. Lo mismo sucede a la inversa: en toda religión se pueden detectar aspectos mágicos. Entonces, si tan cerca están magia y religión, ¿por qué la religión cristiana, y especialmente el catolicismo romano, persiguió siempre la magia, la astrología, la alquimia y en general el esoterismo?
La razón es la misma que explica el nacimiento de casi todas las sociedades secretas: la diferencia entre la magia y la religión es que la religión tiene una Iglesia. Del mismo modo que los regímenes totalitarios utilizan la violencia y el crimen como arma política y no permiten la existencia de sociedades secretas criminales, también una Iglesia, cuando logra hacerse con el monopolio de la fe, define a todo lo que no coincide con su propia creencia como herejía, paganismo, brujería… o magia.
Por otra parte, como decía el sociólogo Durkheim, la religión ofrece una explicación de la realidad, pero su objetivo no es modificarla, mientras que la magia, aunque no es ajena a las especulaciones abstractas, siempre tiene un fin práctico: quiere lograr algo y busca la manera de conseguirlo, ya sea empleando una figura de cera, ya recitando conjuros mientras arroja extraños ingredientes en un caldero.
Se podría decir, por supuesto, que el creyente de una religión también quiere cambiar la realidad mediante el rezo del rosario, o en la confesión ante su sacerdote, que le receta unos rituales para librarse del pecado como quien pesa los ingredientes del caldero mágico: rezar tres Avemarías y un Padrenuestro. El anterior es un ejemplo entre muchos que muestra el materialismo del pensamiento religioso, que también se expresa en su obsesión por ideas como la virginidad, un hecho absolutamente físico que salvaba o condenaba el espíritu de las mujeres, o el misterio de la transubstanciación del pan y el vino en carne y sangre de Cristo, que nada tiene que envidiar a la conversión alquimista del plomo en oro.
La diferencia fundamental entre el pensamiento religioso y el mágico quizá sea que en la magia los dioses están al servicio del creyente, que puede conseguir lo que desea mediante rituales y ceremonias. En la religión, por el contrario, es el creyente el que está al servicio de Dios, o de los dioses. Mientras que el religioso cree sólo en sus propios dioses, al aficionado al ocultismo o la magia le da igual invocar a Isis, a Mitra, a Shiva o a la Virgen María. Cualquier dios, divinidad o demonio le sirve, si puede convencerle para que le ayude.
En la religión establecida también se busca la ayuda de los dioses, pero no se consigue mediante un conjuro, sino porque se les conmueve demostrando fe, piedad, capacidad de sacrificio o amor.
Tampoco existe, al menos en una religión como la judeocristiana, una correspondencia entre microcosmos y macrocosmos, ni “lo semejante produce lo semejante”, a pesar del desliz bíblico que asegura que Dios hizo al hombre “a su imagen y semejanza”. Para el cristianismo, el judaísmo o el islamismo ortodoxos, Dios es “lo absolutamente Otro”, lo absolutamente distinto. Dios no es la Naturaleza, y tampoco es una imagen multiplicada del ser humano. No hay atajos mágicos para conseguir entender el pensamiento de Dios o ponerlo a nuestro servicio.
Frente a los magos y los científicos que creen poder leer el libro de la naturaleza, la religión católica afirma que las intenciones de Dios no están escritas en ninguna parte y que dependen tan sólo de Él. Si los astrólogos tuvieran razón y se pudiera saber por la conjunción planetaria de nuestro nacimiento qué es lo que nos va a suceder, ello no significaría tan sólo negarle el libre albedrío al ser humano, sino negárselo también a Dios, que estaría sometido al movimiento de los astros. Lo mismo sucede con la ciencia moderna, esa hermana bastarda de la magia: si la ciencia asegura que el ser humano es un producto de la evolución de los seres vivos adaptándose al medio, entonces Dios parece de nuevo innecesario: el universo podría funcionar sin Él.
El anterior es precisamente el verdadero punto de fricción entre la religión establecida y las diversas creencias esotéricas del renacimiento, pero también entre la religión y la ciencia: Dios es impenetrable y lo poco que nos deja conocer nos ha llegado a través de la Revelación y de los libros sagrados. Esos libros sagrados no pueden ser interpretados por cualquiera, sino sólo por los santos de la Iglesia y por el Papa de Roma, que ha sido elegido por Dios mismo, y a través del cual se expresa. Es por eso que la religión católica sufrió su mayor cisma cuando, gracias a la imprenta, cualquiera pudo leer la Biblia y, en consecuencia, interpretarla a su manera, y no aceptar sin más la lectura que hacían el Concilio o el Papa de Roma.
Estas razones, y otras en las que aquí no podemos detenernos, explican por qué la Iglesia de Roma combatía a esotéricos y científicos, astrólogos y matemáticos, a químicos y a alquimistas como si se tratara de un mismo enemigo.
Continuará….
Esta texto es un fragmento de la introducción a los capítulos dedicados a las sociedades secretas relacionadas con la magia en mi libro La verdadera historia de las sociedades secretas. No he incluido aquí las referencias a los rosacruces, los cabalistas y otras sociedades secretas, que pueden leerse en el libro.
Daniel Tubau
La verdadera historia de las Sociedades Secretas
Editorial Daiyan
La SEGUNDA EDICIÓN de La verdadera historia de las Sociedades Secretas se publicó el 22 de mayo de 2020 por la editorial DAIYAN. Es una edición ampliada y revisada de la primera edición que se publicó en 2008 en la editorial Alba.
Ahora ya puedes encontrar La verdadera historia de las Sociedades Secretas.
2ª Edición en 2020. Revisada y ampliada.
Entradas de La verdadera historia de las Sociedades Secretas
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