En esta entrevista en el programa Ágora, de Radio Nacional de España, en el que soy colaborador habitual con mi sección Skepsis, atrévete a dudar, Carmen Gomar me lanza este provocadora pregunta, a propósito de mi libro Siete maneras de alcanzar la felicidad según los griegos.

(Puedes escuchar la entrevista completa aquí)
CARMEN GOMAR: ¿Qué nos dirían hoy los filósofos griegos y romanos sobre la felicidad? ¿Se pondrían de acuerdo entre ellos? No parece. ¿Qué es la felicidad? ¿Por qué buscarla? Y, sobre todo, ¿cómo alcanzarla? Es uno de los grandes temazos de la vida que hoy abordamos y uno de los grandes temas, por supuesto, de la filosofía. Lo hablamos enseguida con el guionista, profesor y filósofo Daniel Tubau, autor de Siete maneras de alcanzar la felicidad, según los griegos, de la editorial Ariel, un libro que rechaza fórmulas mágicas, pero que nos da esperanzas, porque recetas para lograrla, dice Tubau (nos los va a contar enseguida) hay más de una. Y él lo cuenta mientras recorre las grandes escuelas de la antigüedad, metiendo muchos salseo, porque los filósofos de antes discutían y mucho. Vamos a verlo. Bienvenido a Ágora de Radio Nacional, Daniel Tubau. ¿Cómo estás?
DANIEL TUBAU: Muy bien, encantado de estar aquí contigo.
CARMEN: Para hablar, como decía yo, de uno de esos grandes temas eternos, de los que hablamos todos en las tertulias de sobremesa y que siguen inquietando a pensadores de todas las épocas. ¿Tú te atreves, para empezar, a dar una definición de la ferlicidad?
DANIEL: Todos los filósofos griegos tienen como objetivo final buscar la felicidad, o sea, que no es un invento moderno… Muchas veces se dice: «Esto es un inventto de Coca -Cola, que nos dice lo de la felicidad, una cosa comercial». Pero no. Los griegos pensaban que la felicidad era el objetivo que debía tener cualquier persona. Pero hay muchas interpretaciones: como el momento concreto en que eres feliz, o cuando estás haciendo algo que te gusta, o la serenidad.
Los hedonistas de Aristipo dirían que es el placer del instante, del momento. Y que todo lo demás da igual: da igual el pasado, da igual el futuro, lo importante es el placer que sientes en este momento, nada más.
Otros, como Demócrito, dirían que la felicidad es la serenidad, el buen ánimo, un estado de quietud, de satisfacción.
CARMEN: Lo vamos a desarrollar porque hay muchas visiones, como bien dices. Antes de ello, algo que me parece curioso es que tú comienzas asegurando que los clásicos están sobrevalorados… es decir, vamos a romper un poco esa imagen idealizada que tenemos de ellos. ¿Acaso, Daniel, no eran tan sabios como creíamos?
DANIEL: Bueno, habría que definir la sabiduría, pero digamos que tenemos una imagen idealizada, como si fuesen unos sabios que caminan por las nubes y que recorren la cuenca del Mediterráneo, o que todo lo que decían era perfecto. Y no es así. En realidad se equivocaban mucho, se peleaban entre ellos muchísimo, se peleaban igual que ahora. Decimos: «Ah, fíjate en la antigüedad, ahí sí que escuchaban». Pero no es así. También discutían, también atacaban al contrario, lo insultaban, decían todo tipo de cosas. Pero yo creo que eso, sin embargo, es lo bueno, no es lo malo. Lo bueno es que discutían. Discutían, no se conformaban con las cosas tal como son. Porque «las cosas tal como son» es algo que definen los poderes, o quienes marcan las tendencias en la sociedad. Y ellos decían: «No señor, las cosas no tienen por qué ser así», y las discutían. Y eso es lo bueno, la discusión.
CAREMN: Discusiones intercambiando ideas, no para intentar de manera dogmática afianzar tu posición.
DANIEL: De todo había.
CARMEN: Y luego tenemos a Epicuro, que Epicuro les dio a todos. Tú, por ejemplo, citas que de Pirrón decía que era el bufón de la incertidumbre, de Platón decía que era un dorador de ideas, de Aristóteles que se había vendido a los poderosos, de los cínicos que eran falsos e hipócritas. A él también le dieron, ¿eh? A Epicuro.
DANIEL: A él seguramente le dieron mucho más de lo que él dio, porque el ataque a Epicuro en la antigüedad ha sido el más fuerte que ha habido, a la filosofía del placer de Epicuro. Tanto que prácticamente lo borraron del panorama, consiguieron que su filosofía casi se olvidara, lo llamaron el cerdo, «los cerdos epicúreos»…
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