[email protected]

Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau

Galería

Las lecciones de la experiencia
Los otros escépticos de la India
Los koans del escepticismo
Edipo y Stefan Zweig
Difícil de creer
Carnéades y tus dos amigos gemelos
Al principio fue el misterio
Una filosofía mundana creada por un dios
Los demonios escépticos de la India

El pesimista optimista

Pasta-dentífrica-nihilista-2

Frente a un equívoco frecuente, creo que hay que distinguir por un lado entre el optimismo y el pesimismo en cuanto actitudes ante la vida; por otro lado y como cosa diferente, entre una valoración optimista o pesimista acerca de una situación determinada. 

El optimismo y el pesimismo al que me refiero en primer lugar es una actitud ante la vida, o bien ciertos estados de ánimo, transitorios o permanentes, pero no me refiero a las descripciones ni valoraciones acerca de una situación determinada.

Si alguien examina la situación de algunos de los países más pobres, difícilmente podrá extraer una «conclusión optimista», si entendemos optimista como sinónimo de «positiva». Por fuerza su conclusión ha de ser negativa y pesimista. Esa manera de entender optimismo y pesimismo como sinónimos de valoración positiva o valoración negativa, creo que es correcta, pero tiene poco interés desde el punto de vista psicológico.

Otra cosa es que una persona que obtuvo una conclusión «pesimista» (es decir, negativa) tras examinar la situación de un determinado país pobre se proponga hacer algo para mejorar la situación en ese país. En este caso, su actitud ante su propia tentativa sólo puede ser optimista, a pesar de que pueda considerar que el proyecto tiene muchas posibilidades de fracasar, o aunque considere que se tratará de una gota en el océano, que en ningún caso podrá solucionar el problema. Aunque piense eso, esa persona debe actuar como si creyera que va a servir para algo, porque de no ser así, parece absurdo siquiera que actúe.

Ahora bien, no es mi intención caer en el recurso fácil de decir que si alguien actúa entonces es optimista y si no lo hace es pesimista.

A esa conclusión llegaron los pesimistas de la facción nihilista, para quienes su valoración acerca del mundo, muy pesimista o negativa, se correspondía con una no acción que fuera coherente con su fatalismo. A pesar de ello, muchos nihilistas se convirtieron en terroristas, una de esa paradojas inexplicables tan frecuentes en la vida ideológica: «el mundo no tiene sentido, así que voy a contribuir a que mi acción en el mundo contribuya a que tenga todavía menos sentido». O bien: «No vale la pena hacer nada, así que haré lo peor».

Admito, pues, que tanto un pesimista como un optimista pueden actuar en una situación determinada, aún sabiendo que lo que hacen no va a servir para nada, pero consciente de que no se puede hacer otra cosa, ya sea porque les mueve el sentido del deber o porque realmente no hay posibilidad de hacer otra cosa. Aunque no creo en el martirió ni en frases como: «la mejor lucha es la que se hace sin esperanza». No, esa es la peor lucha, aunque en alguna ocasión pueda ser inevitable. Pero siempre será mejor emprender la lucha cuando pueda servir para algo, no sólo para alcanzar el martirio y satisfacer nuestro egocentrismo moral.

Pero a lo que he querido apuntar en esta breve investigación acerca del pesimismo y el optimismo es a algo que se podría comparar con la dicotomía clásica entre los genes y el ambiente.

Que los genes influyen, y a menudo decisivamente, es obvio, pero sucede que con esos materiales, con esos cientos de tiras elásticas que nos sostienen, como dice Dawkins, podemos hacer muchas cosas diferentes, a veces opuestas y contradictorias: convertirnos en un asesino o en un salvador de vidas, en alguien que desarrolla sus posibilidades o en alguien que se conforma con vivir una vida mediocre. Las tiras elásticas de la metáfora propuesta por Dawkins nos sujetan en cierto modo, pero también nos permiten una gran amplitud de movimientos. Porque, aunque en los genes estén codificadas muchas cosas, desde luego no está codificado el universo entero, con el que tendremos que interactuar queramos o no.

En lo que se refiere al optimismo y el pesimismo, sea cual sea la situación en la que nos encontremos, nuestro estado de ánimo y nuestra actitud puede empeorarla o mejorarla, a veces levemente, otras de manera radical. Por eso es por lo que creo que vale la pena distinguir entre la valoración de una situación y la manera en que decidimos hacerle frente.

Un optimista es sólo un pesimista…

Un optimista es sólo un pesimista…

Las cosas están cambiando y ahora resulta que los optimistas están mejor informados que los pesimistas, algo que ya sabíamos quienes nos situábamos más cerca del optimismo que del pesimismo, precisamente porque estábamos mejor informados.

Los libros de autoayuda

Los libros de autoayuda

Cualquiera es libre de comentar las historias y consejos de la sabiduría o tradicional, pero es una pena que se conviertan en trivialidades y en verdades dichas con una boca muy abierta por el asombro. En mi opinión, hay que hacer precisamente lo contrario: que esas ideas se hagan más sugerentes, que se unan a otras con las que parecían no tener relación, que mantengan su carácter ambiguo y paradójico.

El efecto placebo y algo más (o menos)

El efecto placebo y algo más (o menos)

Recientes investigaciones parecen mostrar un resultado aún más asombroso del efecto placebo: en algunos casos funciona incluso si el paciente sabe que está tomando un placebo, es decir, incluso si sabe que es mentira que el medicamento sea efectivo.

 


Lo psicosomático y Susan Sontag

Lo psicosomático y Susan Sontag

Lo psicosomático se ha convertido en una manera de explicar sin explicar y muchos recurren a ello con excesiva facilidad, hasta el punto de que casi siempre que un médico…

Cómo no ser un cenizo

Cómo no ser un cenizo

Reconozco que siento una gran afición por los pensadores que se muestran optimistas y que me aburren los depresivos y cenizos. El cenizo es aquella persona que no sólo sufre,…

La búsqueda de la felicidad

La búsqueda de la felicidad

«Hay gente que dice que la vida no es más que un tejido de desgracias; lo cual viene a decir que la existencia es una desgracia; mas si la vida…

1 Comentario
  • ver fractal dice:
    Tu comentario está pendiente de moderación. Esto es una vista previa; tu comentario será visible cuando se haya aprobado.
    Recientemente la Dra. Rebecca Tood observó que los pesimistas tienen activado un gen. Ella, al igual que otros muchos, suponen que ese gen te hace inevitablemente pesimista. Es una lectura muy cómoda, y que invita a rendirse ante la vida. La lectura que la Dra. Rebecca Todd debería haber hecho, mucho más empoderadora para el ser humano, es la siguiente: “Todos disponemos de genes, que se activan por medio de actitudes y sentimientos. Hemos descubierto genes específicos que se activan en personas pesimistas. Queda demostrado que su actitud influye, al menos, en su condición física, y que también que la percepción humana se enfoca en la línea de sus pensamientos dominantes”. De esta manera pasamos de ser marionetas indefensas en manos de los que pueden estudiar los genes a los actores principales y responsables de nuestras vidas. No se queje, cree su vida. http://www.neuroemocion.com
  • Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

    El pesimista optimista