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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
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El diabolus ex machina

La expresión diabolus ex machina es la contraparte del conocido deus ex machina, del que he hablado a menudo tanto en Las paradojas del guionista como en la página dedicada al libro (Defensa del deus ex machina).

El deus ex machina consiste en la intervención inesperada de algo o alguien que no tiene nada que ver con lo que se ha contado hasta ese momento, algo que aparece de improviso, como un conejo de la chistera de un mago, para solucionar la vida a los personajes, y también al guionista o narrador, que no sabe cómo resolver el enredo de las tramas que ha planteado.

Como es evidente, lo que hace el diabolus ex machina es lo contrario: cuando ya todo parece solucionado, cuando estamos ya casi en el final feliz y el enemigo ha sido vencido, entonces una circunstancia inesperada, imprevisible y fortuita, viene a estropearlo todo.

El primer ejemplo de diabolus ex machina se encuentra en la primera obra literaria de la humanidad, La epopeya de Gilgamesh, un relato conservado en muchos idiomas, entre otros el sumerio, el acadio y el arameo.

La epopeya cuenta el fracaso del rey de Uruk, Gilgamesh en su búsqueda de la inmortalidad. Ya casi en el desenlace de la historia, cuando Gilgamesh se dispone a regresar frustrado a Uruk, el barquero Utanapishti, un extraño personaje que recuerda a Noé (más bien habría que decirlo a la inversa, pues el mito del bíblico copió el de Utanapishti), le dice:

«Gilgamesh, tu viniste hasta aquí
con gran dolor y fatiga:
¿Qué te voy a dar cuando regreses a tu país?
Voy a revelarte un misterio
A comunicarte un secreto de los dioses

Se trata de una planta con la raíz semejante

a la del Falso-Jazmín,
Y cuyas espinas son como las de la zarza
listas para pincharte las manos.
Si consigues hacerte con ella,
habrás encontrado la vida prolongada».

No es lo mismo que la eternidad que acaba de perder, pero al menos Gilgamesh sí podrá prolongar su vida y recuperar también la vitalidad de la juventud. De este modo, quizá, ¿quién sabe?, podrá intentar de nuevo alcanzar aquella inmortalidad perdida. Gilgamesh no lo duda un instante y se sumerge hasta el fondo del mar:

«Donde encontró la planta.
Se apoderó de ella pese a los pinchazos.»

Entonces, el héroe, feliz y satisfecho tras todas las penurias que ha sufrido, le dice a su acompañante UrShanabi:

«UrShanabi, ésta es la planta
Contra el miedo a la muerte:
Con ella se puede recobrar la vitalidad.
Voy a llevarla a Uruk, de los cercados,
donde para probar su eficacia
haré que la tome un viejo:
Porque su nombre es:
«El viejo rejuvenece»
Luego la tomaré yo mismo,
para recuperar mi juventud».

El regreso a Uruk es ahora feliz, gracias a este inesperado regalo de Utanapishti, que podríamos considerar un deus ex machina, pues se trata de un personaje que hasta entonces no había aparecido en la obra, aunque también podemos considerar que el deus ex machina es ese recurso, cuando ya todo parecía perdido, a una planta  milagrosa.

Después de recorrer trescientos kilómetros, Gilgamesh y UrShanabi acampan:

«Al ver Gilgamesh un pozo de agua fresca,
Entró en él para bañarse
Pero al olor de la planta
una serpiente salió furtivamente

de su madriguera y se la llevó
De regreso, se quitó una piel».

La serpiente roba a Gilgamesh la planta de la juventud

La serpiente que roba a Gilgamesh la planta de la juventud, cuando ya todo parecía conducir a un desenlace feliz, es probablemente el primer diabolus ex machina literario conocido. El final feliz se ha convertido en trágico de manera imprevista:

«Gilgamesh, entonces se sentó
y lloró
Y las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
Tomó la mano de UrShanabi el Barquero
y le dijo:
«¿Para quién se agotaron mis brazos?
¿Para quién la sangre de mi corazón
se ha derramado?»

El robo de la planta de la juventud también sirve para explicar por qué las serpientes cambian de piel y, de este modo, rejuvenecen.

Así que, fracasado, el gran rey Gilgamesh regresa a su ciudad de Uruk.


El deus ex machina y el diabolus ex machina

LA EPOPEYA DE GILGAMESH


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El diabolus ex machina