After life [Wandafuru Raifu], de Hirokazu Kode-Eda

Oí hablar de esta película en el Baff, el Festival de Cine Asiático de Barcelona, cuando vi Kakuto, pues el director y protagonistra de esa película, Iseya Yusuke, trabajó como actor con Kore Eda. Aquí tiene un papel breve pero interesante. Kore-Eda es, precisamente, el productor de Kakuto.

Emmanuel Swedenborg, un místico y filósofo sueco decía que, cuando morimos, tardamos en darnos cuenta de que ya no estamos vivos, y que pasamos unos días en una especie de limbo parecido al mundo real. Después nos muestran el Infierno y el Cielo y nos dan a elegir a qué lugar queremos ir. Cualquiera creería que todos elegirán el cielo, pero, según parece, son muchos los que prefieren el Infierno, tal vez porque, como dice el tango, «allá está la gente divertida».

Kore-Eda propone algo parecido. Los muertos llegan a un edificio no muy diferente de una gran escuela casi abandonada y allí son recibidos por unos funcionarios que les dicen que tienen que elegir de entre todos sus recuerdos aquél que prefieran conservar para siempre.

La cosa resulta difícil, pero a mí me sucedió al verla que me puse a pensar sin poder evitarlo en qué recuerdo elegiría de mi vida.

Una vez mi amiga Natalia dijo que, al ver una buena película, pones en marcha tu mente. Yo discutí que fuese un proceso consciente o en primer plano, pero lo cierto es que ella tenía razón. A menudo ese pensamiento te ocupa la mente también de una manera absolutamente consciente y no puedes librarte de él. Eso me pasó en La caja china, por ejemplo.

En After Life, el run run en paralelo de mi pensamiento  buscando recuerdos fue constante, y aumentaba a medida que la película avanzaba.

Fueron pasando por mi cabeza muchos recuerdos, algunos muy sencillos. Estuve tentado de quedarme con el recuerdo de un paseo en bicicleta por Irlanda. Y con muchos momentos de amor, pero, curiosamente, no con momentos de sexo puro.

El momento de una conversación caminando de noche por la ciudad, momentos en una discoteca casi vacía, antes de que empezara a llegar la gente y pensando que la vida es maravillosa; un paseo con mi madre de niño, en el que yo le acariciaba, fascinado, el codo.

Muchos de esos momentos se sitúan en mi adolescencia, pero otros son muy recientes. Llegué a la conclusión de que estaba muy satisfecho de mi vida, de la manera en que he vivido, y que me resultaría muy difícil elegir. Pero es posible que olvide algún momento definitivo.

Uno casi imbatible es una noche en la que iba a salir, me peiné, me pinté los ojos, me vestí muy elegante, de negro, como casi siempre, y con la chaqueta al hombro bajé corriendo las escaleras, deseando meterme en la noche, feliz y voraz. Ese momento bajando las escaleras y saliendo a la noche de verano. Quizá sería el momento elegido.

No hace falta decir que After Life me gustó muchísimo: cuando una película te provoca pensamientos tan deliciosos, ¿cómo no te va a gustar?

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 [Publicado en 2004]

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