Lugares para el turismo

Septiembre de 2016
Cuando estamos en un lugar pensado para el turismo, en un escenario especial, como puede ser un bar con terraza en la Plaza Vieja de La Habana, nuestro primer pensamiento es que esa noche todo se ha confabulado para ofrecernos un momento único. La noche caliente refrescada por esa brisa que acaba de levantarse, la orquesta que toca una tras otra canciones que nos emocionan y nos traen recuerdos difusos de un pasado ya muy lejano.
Nuestro segundo pensamiento, sin embargo, es que la noche, la orquesta y las canciones se repiten día tras día para cientos de turistas que, como nosotros, creen que todo es una confabulación para ofrecerles una noche única. Está certeza nos despierta de una fantasía y nos sumerge en una sabiduría irónica.
Sin embargo, también en esta ocasión nos hemos dejado llevar por un pensamiento simplista, al creer que todo es una representación rutinaria y que todos esos desconocidos exóticos que nos atienden son como marionetas a nuestro servicio, cuerpos sin voluntad para los que está noche es una repetición de la noche arquetípica, y que día tras día sus vidas son una rutina inextinguible.
La realidad seguramente está en un terreno intermedio entre esos dos extremos. Algo de hábito habrá como lo hay en todas nuestras vidas, pero también algo de inesperado, de vida vivida, de sensaciones del momento y de emociones  que a veces desembocan en algo diferente. Y otras veces, no.

Comentario en 2023
Lo curioso es que he buscado una fotografía del año en el que escribí este texto y he encontrado varias que corresponden exactamente a aquel momento. Una de ellas es la que encabeza esta nota. Al verlas he recordado perfectamente el instante vivido, y con mucha intensidad. De no haber encontrado las fotos, el texto no me habría evocado nada en especial, pero ahora es un momento ya inolvidable. Eso me ha hecho replantearme mi costumbre de no hacer fotos en momentos como ese. Al fin y al cabo, muchas de las cosas que recordamos son aquellas de las que conservamos una fotografía. Antes de que llegaran los teléfonos móviles, apenas conservábamos ninguna imagen de nuestras vivencias. Ahora quizá son demasiadas, pero su poder sobre la memoria es indudable: recuperan momentos perdidos. Si encontrase por casualidad una fotografía de un momento vivido en mi adolescencia, una foto que nunca hubiera visto, estoy seguro de que el recuerdo vendría a mí con total intensidad. Conservamos muchos más recuerdos que aquellos de los que somos conscientes.

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