
Cuando hablamos del estoicismo en la actualidad, hay que tener en cuenta algo que los estoicos de hoy en día olvidan.
Los estoicos de la Antigüedad, desde su fundador Zenón de Citio hasta Epicteto o Marco Aurelio, justificaban su ética basándose en una lógica y en una metafísica que hacía que su resignación tuviera sentido. Pensaban que el cosmos era racional, que el universo estaba regulado por la razón y la lógica. Aunque no esperaban ninguna recompensa y no creían que hubiera otra vida tras la muerte, les llenaba de satisfacción saber que cuando aceptaban resignadamente cualquier cosa que sucediera eso les hacía estar en comunión con la Razón Universal. Esa es una metafísica que ya no resulta muy creíble, excepto para los cristianos partidarios del diseño inteligente, que sí esperan, por cierto, una recompensa futura.
Sin embargo, los estoicos actuales sólo se interesan por la ética y por los métodos estoicos para alcanzar la indiferencia, sin tener en cuenta para nada ni la lógica ni la metafísica estoica.
Ahora bien, quienes carecen de esa metafísica, ¿qué obtienen de la resignación estoica, de ese cercenar de raíz todas las emociones? Me temo que nada, excepto la insensibilidad y una virtud retórica que se alimenta de una resignación sin sentido. No sé si vale la pena.

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