2.3 Los bienes exteriores

Para Demócrito, “la felicidad o desgracia humana no puede depender del azar ni de los dioses (fr.691)”, algo que Aristóteles expresa de muchas maneras. Asimismo, “ni el cuerpo ni las riquezas proporcionan felicidad a los hombres, sino la rectitud y la prudencia” (lamentablemente, también queda fuera de los límites de este trabajo analizar la gran importancia que para Aristóteles tiene la prudencia, virtud dianoética, como mejor guía para alcanzar la felicidad). Y a pesar de que las riquezas no son la felicidad, Demócrito no las rechaza de manera absoluta:
“Procurarse riquezas no es cosa inútil, pero es el peor de los males si su origen es la injusticia (fr.910)”.
En esto, evidentemente, tampoco se aleja de Aristóteles: ambos propondrían una respuesta intermedia, y tal vez la más coherente, entre la ética del protestantismo y la del catolicismo, tal como se expresa en la célebre distinción de Max Weber.
Ahora bien, para Demócrito, las vicisitudes pueden incluso tener un carácter terapéutico desde el punto de vista moral, pues “aquellos que carecen de inteligencia se vuelven sabios en el infortunio” (fr.886).
En conclusión, la proximidad de los análisis de Demócrito y de Aristóteles acerca de los bienes exteriores, es muy notable también. Como lo es el hecho de que ambos filósofos cifren la felicidad en el cumplimiento de la función propia del ser humano, que no es otra que la razón: “El hombre es feliz por su propio pensar y actuar racionales” (fr.691).
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Se examina en este trabajo la ética de Aristóteles, tal como es expuesta en el primer capítulo de su Ética a Nicómaco. Y se compara con la ética de Demócrito.
Antes de proseguir, sin embargo, Aristóteles, se ve en la obligación de advertir que la política no es una ciencia exacta, por lo que no se debe esperar de ella proposiciones demostrativas. Con ello, la ética de Aristóteles choca frontalmente con proyectos como el de Spinoza, de exponer la ética more geométrico
Aristóteles, vimos antes, ha alcanzado la conclusión de que el fin de la política es la felicidad. En cuanto a qué sea esa felicidad o bien supremo, Aristóteles examina primero las tres soluciones que se corresponden con los tres modos de vida, sensitivo, político y contemplativo

