El animal humano

|| Perkins Gilman y lo humano /5

En La naturaleza humana y las estadísticas me referí a las diferencias entre hombres y mujeres que pueden deberse a la biología. Otras posibles diferencias no se basan en la biología, sino en la educación, que sigue siendo sexista, muy sexista, así como en los estímulos diferentes que reciben hombres y mujeres. Sacar conclusiones acerca de características femeninas y masculinas inmutables cuando la situación de discriminación de la mujer apenas han empezado a cambiar de manera clara hace tan dos o tres décadas (y no en todo el mundo), es sencillamente absurdo.

Existe una obsesión por encontrar esas diferencias masculino/femenino que no es muy diferente de las consideraciones acerca de la inferioridad de los negros, que eran moneda corriente en casi todo el planeta en siglos pasados e incluso hasta la segunda guerra mundial, inferioridad que supuestamente probaban los test de inteligencia.

Estos son ejemplos en los que una estadística, aunque refleje un estado de cosas real en un momento concreto (cosa que también podría discutirse en ciertos casos), se convierte en una mentira cuando pasa de la descripción de lo que existe aquí y ahora a la prescripción de cómo deben ser las cosas o a la afirmación dogmática de que esa diferencia no pueda depender de otros factores. Los test de inteligencia, que su creador Alfred Binet no diseñó para discriminar sino para todo lo contrario, se convirtieron en causa de discriminación, justificándose a sí mismos, al favorecer una sociedad que mantenía las limitaciones educativas y que no favorecía que los negros recibieran una educación equivalente a la de los blancos.

Alfred Binet y un alumno (los dos que están sentados). La intención de Binet con sus test de inteligencia era detectar a los alumnos que necesitaban de un cuidado especial, no necesariamente porque pensaran peor o no tuvieran las capacidades intelctuales de sus compañeros. Aunque entonces el ministerio de educación francés considerara que la prueba servía para detectar a alumnos «retardados», eso no tenía por qué ser cruelmente peyorativo, al menos en lo que se refiere a Binet, quien no creía en el determinismo biológico y pensaba que muchos alumnos que tenían retraso en la escuela podían llegar a recuperar el terreno perdido.

Ahora, bien, quizá debo insistir en este punto, para dejar bien claro un asunto que suele presentarse de manera confusa. No estoy diciendo que no haya diferencias biológicas entre hombres y mujeres y tampoco que no se deban estudiar e investigar. Podría suceder incluso que los hombres o las mujeres tuvieran estadísticamente mejor orientación espacial, habilidad lingüística o cualquier otra característica, a pesar de que un macro estudio de estudios constató no hace muchos años que ninguno de los supuestos resultados que constataban tales diferencias era fiable desde el punto de vista del rigor científico.

Pero lo que digo (y lo que dice Perkins Gilman) no es que no existan diferencias biológicas entre hombres y mujeres, sino que eso no es lo importante. Las diferencias biológicas entre hombres y mujeres no son lo fundamental, porque la cultura y la capacidad humana de aprender y transformarse puede cancelar casi cualquier limitación biológica, incluso las preferencias sexuales. Es posible que en el feto, durante la infancia o durante la adolescencia se produzca una especialización sexual, pero creo que el deseo sexual y el amor humano puden ir más allá de los simples impulsos sexuales animales. Existen esos deseos animales, por supuesto, pero son procesados por nuestro cerebro y transformados, siempre que estemos dispuestos a ello y no hayamos sido condicionados fuertemente por una sociedad que cree en esas diferencias insalvables. El ser humano, en definitiva puede educarse a sí mismo y darse nuevas maneras de contemplar la realidad. No solo dispone de la limitada y casi siempre pobre manera instintiva con la que nos ha dotado la biología o con las limitadas reacciones intuitivas que se forman a partir de nuestra experiencia.

Continuará


[Publicado en 2005. revisado en 2017]

Charlotte Perkins Gilman

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