Xu You y el gobierno del mundo
Cuando Yao quiso ceder su imperio a Xu You,
le dijo: “El surgir del sol y de la luna
hace inútil la luz de las antorchas.
La caída apropiada de la lluvia
hace vano el riego de los campos.
Sube tú al trono y así el mundo
estará bien gobernado.
Yo no soy apto para ello
y mientras siga en el poder
sólo veré mis fracasos.
Te lo ruego: toma el mando”.Y Xu You le contestó:
“Señor, tú gobiernas el mundo
y el mundo está bien gobernado.
¿Tan sólo para ganar renombre
voy yo a ocupar ese puesto?
El renombre no es más que el huésped de lo real.
Yo, ¿un simple huésped?
Cuando el pájaro troglodita
construye en el bosque su nido,
una ramita le basta.
Cuando el topo bebe en el río,
toma lo justo para saciar su sed.
Señor, vuelve a tu trono.
¿Qué puedo yo hacer
con las riendas del mundo?
Si el cocinero falta a su oficio,
el que representa a los muertos
y el que invoca en los sacrificios
no abandonan ofrendas ni vino sagrado
para reemplazarle en su puesto.
Los emperadores legendarios de China
En el anterior apartado del Zhuang zi se mencionaban algunos personajes que destacaban por no necesitar nada, o casi nada, como Lie Zi, que volaba pero aún necesitaba el aire para sostenerle.
En este segundo apartado del Nei Pian, primero de los libros interiores, se trata el asunto de qué es lo más importante: el poder y la gloria, las diversas vanidades del mundo, o alguna otra cosa. La historia comienza con el emperador Yao.
Yao
El emperador Yao es uno de los legendarios emperadores de China.
Los emperadores legendarios son anteriores a la primera dinastía conocida de China, la Xia, que se inició hacia el año -2100, aunque lo cierto es que incluso la dinastía Xia se considera legendaria. La primera dinastía histórica es la Shang.
Esta es una buena ocasión para conocer a los emperadores y soberanos legendarios, desde el primero (el más antiguo) al último (el más cercano a la dinastía Xia, la Shang y la época histórica), pero hay que advertir que con la lista de los soberanos legendarios de China sucede lo mismo que con la de los Siete Sabios griegos, de los que acaban enumerándose, reuniendo las diferentes versiones, ya no siete, sino, me parece recordar, unos diecisiete. En las listas de soberanos y emperadores chinos legendarios se mezclan todo tipo de nombres y personajes. Intentaré enumerarlos con sencillez:
LOS CUATRO SHI (四氏)
Youchao-shi
Suiren-shi
Fuxi-shi
Shennong-shi
Pero otros dicen que estos soberanos eran tres, uno de ellos, Nüwa, una mujer:
LOS TRES SOBERANOS
Fu Xi (伏羲)
Nüwa (女媧)
Shennong (神農)
Otros aseguran que los tres soberanos eran:
Soberano del Cielo (天皇) o Tiānhuáng
Soberano de la Tierra (地皇) o Dìhuáng
Soberano Humano (人皇) o Rénhuáng (o bien el Soberano Tai (泰皇))
También se menciona entre los tres soberanos a alguno de estos:
Huangdi “Emperador Amarillo” (黃帝)
Suiren (燧人)
Zhurong (祝融)
Gong Gong (共工)
Lo más común, sin embargo, es hablar de los cinco emperadores:
LOS CINCO EMPERADORES
Huangdi “Emperador Amarillo” (黃帝)
Zhuanxu (顓頊),
Emperador Ku (嚳)
Emperador Yao (堯)
Shun (舜)
En ocasiones se menciona entre los Cinco Emperadores a uno de estos dos:
Shaohao (少昊)
Taihao (太昊)
Tras todos los anteriores, sea cuales sean, reinó Yu el grande, creador de la dinastía Xia.
Como se ve en alguna lista, Yao, el emperador del que habla Zhuang zi, es uno de los tres últimos emperadores. Poco a poco iré contando más cosas acerca delos demás. Todos estos personajes, pero en especial algunos, son muy importantes porque los filósofos y los ideólogos de China siempre han utilizado a los emperadores legendarios para justificar sus teorías políticas, recurriendo a un pasado mítico y a un soberano perfecto.
Por ahora basta con saber que la época de los emperadores y soberanos míticos es vista de manera diferente por las distintas escuelas filosóficas chinas, aunque todos o casi todos están de acuerdo en que la de los emperadores legendarios fue una época mejor que la que se inició después de ellos, cuando comenzó la dinastía Xia. Así que cuando Zhuang zi menciona al emperador Yao lo hace como quien menciona a alguien digno de ser admirado e imitado. Más adelante sin duda volveré a hablar de esta versión china del mito de la de-generación, que afirma, como las tres o cuatro edades griegas de oro, plata, bronce y hierro, que cualquier tiempo pasado fue mejor. Una idea que también sostienen no sólo Rousseau con su mito del buen salvaje, sino muchos antropólogos que nos hablan de una prehistoria feliz.
En cuanto al emperador que nos interesa, Yao, se supone que vivió hacia el año -2356.
El rey que abdicó
En el fragmento del libro primero del Zhuang zi que estoy comentando se cuenta que Yao abdicó del “gobierno del mundo”, es decir del gobierno de China, pues los chinos han sido a menudo tan o más etnocentristas que los llamados occidentales y consideraban, al igual que la mayoría de los griegos y que los romanos de la época clásica, que más allá de sus fronteras sólo había “bárbaros”. Decir “China”, llamada también “el Imperio del Centro”, era casi lo mismo que decir “El mundo”. Quizá conviene aclarar que tanto yo como los chinos estamos refiriéndonos a China en este contexto de una manera anacrónica: China como tal todavía no había sido fundada o unificada.
Pues bien, el emperador Yao quiere abdicar del gobierno del mundo y elige a un tal Xu You como sucesor.
Quien haya mirado la lista de los emperadores legendarios, ya se habrá dado cuenta de que Xu You no es el emperador que sigue a Yao. Eso significa que Xu You no aceptó la oferta de gobernar el Imperio que le ofreció Yao. Según el Zhuang zi, Xu You le dijo a Yao:
“Vos gobernáis el mundo, y el mundo permanece en orden. ¿Habría yo de ocupar vuestro lugar para así ganar renombre?”
A continuación, Xu You explica al emperador que el renombre o la fama es sólo un “huésped de la realidad”. Con ello quiere decir, de una manera muy sugerente, que la fama es sólo un subproducto de otra cosa, algo añadido, sin verdadera realidad propia, o con una realidad dependiente de otra más importante, como el humo que sale del fuego o el reflejo en un espejo.
¿Para qué va a querer él, dice Xu You, ser huésped pudiendo habitar en la realidad misma? Xu You, en consecuencia, renuncia con un acto de modestia: “Que no sabría yo qué hacer con el mundo”, al que sigue otro de soberbia:
“Aunque falten los cocineros, el oficiante del funeral y el representante del difunto no dejarán los vasos y bandejas rituales para ir a cocinar.”
Con esto se refiere a la costumbre que había en los funerales de que una persona representase al muerto y recibiese las ofrendas en su nombre. Si en el funeral faltan los cocineros, el oficiante y el representante del muerto no por eso van a interrumpir la ceremonia en la que son protagonistas, para ponerse a cocinar. La soberbia de la respuesta se debe a que Xu You parece decirle al emperador:
“Lo que yo hago es más importante que lo que haces tú. Gobernar el mundo es como cocinar en un funeral, una tarea secundaria, mientras que lo que yo hago es equivalente al funeral mismo: yo vivo en la realidad; tú, con toda tu fama, eres sólo su huésped”.
A menudo, en los textos taoístas, se encuentran situaciones parecidas, en las que un sabio renuncia a fama, honores y poder, aunque lo hace porque lo que él tiene es superior a lo que le ofrecen. Modestia y soberbia se unen casi siempre en estas renuncias, que recuerdan inevitablemente a los cínicos griegos.
La soberbia modestia de los cínicos griegos
Es muy célebre la anécdota de Diógenes el cínico, que vivía en un tonel en las calles de Atenas. Un día fue a visitarle el mismísimo Alejandro Magno, que había conquistado ya gran parte del mundo conocido (China no era conocida por los griegos y el conquistador macedonio solo llegó hasta la India). Alejandro, a pesar de sus conquistas inigualables había afirmado que, de no ser Alejandro, habría querido ser Diógenes, no se sabe si antes o después del supuesto encuentro entre ambos. Pues bien, Alejandro fue a ver al cínico Diógenes y le dijo: “Pídeme lo que quieras”. Diógenes, sentado junto a su tonel, le respondió: “Lo que quiero es que te apartes, que me estás quitando el sol”.
Alejandro y Diógenes
La respuesta de Diógenes es semejante a aquello que hacían los cuáqueros y que cuenta Voltaire en un texto al que ya me he referido, cuando trataban de “Tú” al rey de Inglaterra. Platón es probablemente quien mejor mostró la modesta soberbia de los cínicos: se dice que en una ocasión Diógenes fue a la casa de Platón, en la que había muchas alfombras lujosas. Diógenes empezó a pisotearlas de manera llamativa y, cuando le preguntaron qué hacía, respondió: “Pisoteo la soberbia de Platón”. A lo que Platón respondió: “Con otra soberbia, Diógenes, con otra soberbia”.
Formulas de respeto o de sumisión
Ahora bien, aunque nos divierta descubrir la soberbia de los cínicos o los cuáqueros, también es cierto que no hay ninguna razón por la que debamos llamar a alguien “excelencia”, “ilustrísima”, o incluso tratarle de usted. Ninguna razón, excepto la prudencia.
Yo creo, con los anarquistas, que ningún hombre ha de humillarse ante otro y que ningún hombre puede disfrutar o aceptar la humillación de otro. Si yo tuviese la ocasión de hablar con el rey de España o con el Papa, no utilizaría ningún título y sólo les trataría de “usted” si ellos lo hicieran conmigo. Y emplearía el “tú”, que me gusta más, si ellos lo hicieran también. Pero no me comportaría así por soberbia, sino porque las muestras de pleitesía rebajan al que las practica y al que las recibe, como muestra muy bien esta historia de Beethoven:
“La Tercera Sinfonía estaba dedicada a Napoleón Bonaparte. Una anécdota, relatada por Fernando Ries, discípulo de Beethoven, dice así: “La sinfonía estaba sobre la mesa. La primera página contenía dos nombres: arriba, ‘Bonaparte’; debajo, ‘Beethoven’. Ni una palabra más. Ignoro si la laguna debía llenarse. Fui el primero que anunció al maestro la nueva de que Bonaparte se había proclamado emperador (18 de mayo de 1804). Enfurecido Beethoven, exclamó: “¡No es más que un hombre vulgar! ¡Sólo satisfará su ambición y como tantos otros hollará los derechos del hombre para ser un tirano!” Se dirigió hacia la mesa, arrancó la primera página del manuscrito y la arrojó al suelo. Después escribió un nuevo título: Sinfonía Eroica.” (tomado de: Beethoven)
En efecto, ¿qué mayor vulgaridad puede haber que el que alguien, pudiendo ser Bonaparte, se rebaje a ser Emperador?
Buenas razones para humillarse
Ahora bien, si mi vida estuviera en peligro o me viera expuesto a ser encarcelado, como les sucedía a los cuáqueros, creo que utilizaría cualquier fórmula que me librase de tales peligros, porque mi repulsión hacia la humillación es menor que mi repulsión hacia el martirio. Enfrentarse a un poderoso al que no puedes vencer no es en realidad luchar contra él, sino entregarte a él, dejar que sea él quien decida sobre tu vida y facilitarle la eliminación de un enemigo: todo para él, nada para quienes luchan contra él. A no ser que uno crea en las virtudes del ejemplo del mártir, cosa que, me temo, no ha servido casi nunca para nada.
Pero quizá me equivoco. Si alguien conoce un ejemplo de martirio efectivo, estoy dispuesto a moderar mi posición. Incluso a modificarla (si son muchos ejemplos).
Así que, en mi opinión, Diógenes le dijo a Alejandro que se apartase, si es que se lo dijo, porque sabía que podía tirar un poco de la cuerda sin peligro (o porque era un temerario).
Del mismo modo, si Xu You le dijo a Yao aquello de que él vivía en la realidad mientras que el emperador era sólo su huésped, es probablemente porque el autor del Zhuang zi se inventó la anécdota, o porque Yao era un emperador muy bondadoso.
Otros filósofos, taoístas o no, que quisieron imitar a Xu You no tuvieron tanta suerte y su modesta soberbia fue castigada con la muerte o con el destierro.
¿Quién es Xu You ?
Pero, ¿quien es este Xu You que se atreve a hablar así al emperador Yao?
Según cuenta Carmelo Elorduy en su traducción del Zhuang zi, un comentarista de la dinastía Tang dice que Xu You (Hsü Yu) era un consejero del emperador Yao. Añade Elorduy, o el comentarista Tang, que Xu You tras negarse a aceptar la oferta del gobierno del mundo, se fue a lavar los oídos que habían escuchado “tan inmunda invitación”.
Ahora sí, esto sí que es soberbia de la buena.
Pero volveré a ocuparme de este asunto más adelante.

Las antorchas a pleno sol
Antes de ofrecer el trono a Xu You, el emperador Yao se denigra a sí mismo y elogia a su consejero:
“Luego que el sol o la luna han salido, si las antorchas que aún arden quisieran competir con ellos, ¿no sería cosa harto difícil? Cuando la lluvia de temporada ha comenzado a caer, seguir acarreando agua por ver quién mejor ha regado, no sería cosa vana?”
El emperador es como una antorcha encendida mientras que su consejero brilla como el sol. La luz del emperador no añade nada a la luz mayor del consejero, que todo lo baña.
Es sabido que a pleno sol es difícil percibir una luz pequeña y que cuando se graba para cine o televisión una escena con fuego (un mechero, una hoguera a pleno día) hay que utilizar diversos trucos para que ese fuego se vea bien.
La excelente comparación de Yao puede servir para recordar que aunque nosotros no las veamos, durante el día, las estrellas permanecen el el cielo. ¿Por qué no las vemos? Porque su luz queda subsumida en la luz mayor del Sol.
Al amanecer, podemos ver Venus (la estrella de la mañana) y a veces la Luna, pero enseguida desaparecen. Siguen ahí, pero la claridad del Sol nos ciega.
… invisible …
Es bueno recordar esto, porque a veces las cosas están ahí, delante de nosotros, pero no las vemos porque otras cosas nos impiden verlas, o porque se enmascaran o diluyen o se hacen invisibles en el entorno. Por ejemplo: yo he escrito la palabra “invisible” en este documento, pero seguramente tú no la has visto. ¿La ves ahora?
invisible
Sí, porque aquí está escrita con letras negras sobre fondo blanco, pero también está escrita dos párrafos más atrás, tras “la claridad del Sol nos ciega”, en el espacio vacío central entre los puntos. Marca o haz clic dos veces en esa línea vacía y verás que pone “invisible”. La palabra no se ve a simple vista porque está escrita en letras blancas sobre fondo blanco: el blanco del fondo oculta el blanco de las letras.
En consecuencia, para ver las cosas, a menudo es necesario el contraste: lo igual no destaca sobre lo igual y un estímulo repetido acaba dejando de resultar estimulante. Sin embargo, no es a esto a lo que se refiere el emperador Yao al comparar a Xu You con el sol y a sí mismo con una antorcha. Lo que Yao quiere mostrar es la inutilidad de una antorcha frente al Sol, es decir, su propia inutilidad como gobernante del mundo frente a Xu You:
“Tan absurdo como regar cuando ya llueve sobre los campos.”
Bonita imagen. Isaac Asimov usaba un argumento semejante para dudar de la existencia de Dios, o al menos de un Dios bondadoso: mientras la gente se muere de sed en tantos lugares de África, llueve en medio del océano, donde no le sirve a nadie.
Epílogo a Xu You
Debido a una traviesa casualidad, tras escribir acerca de Xu You todo aquello de la soberbia y compararlo con el cínico Diógenes, he leído un texto de un poeta chino del siglo III que dice exactamente lo mismo que yo. En contra de mi supuesta originalidad, he de confesar que ya había leído este texto hace años, porque lo incluye Octavio Paz en su traducción de varios pasajes del Zhuang zi, pero no me acordaba de él hasta volver a leerlo ahora.
Pues bien, el poeta del siglo III se llama Xi Kang y es también muy interesante. En su época era considerado un enemigo del Estado y de la sociedad, contrario a la práctica de los ritos y al culto a los antepasados, así como a la piedad filial y la obediencia al trono que preconizaban los confucianos. Pues bien, Xi Kang, este poeta quizá semejante al sabio Xu You, parece saber algo más acerca del encuentro entre Yao y Xu You:
“Xu You había sido el maestro de los emperadores Yao y Shun. El primero, fatigado de sus trabajos, lo llamó: “Maestro, si aceptas el trono, el Imperio y el universo entero vivirán en armonía”. Xu You respondió: “La gloria es la sombra de la realidad. ¿A qué buscar la sombra cuando tengo el cuerpo?” Y huyó hacia los pantanos.
Ahí encontró al “ermitaño encaramado”, un viejecillo que, retirado del mundo, se había hecho un nido entre las ramas de un árbol y dormía entre sus hojas. Xu You le contó lo ocurrido.
El ermitaño le respondió: “¿Por qué no te escondiste desde el principio, por qué dejaste que el mundo se deslumbrase con tus méritos? El verdadero sabio es invisible. Tú ya no eres mi amigo”. Y empujándolo con fuerza, lo arrojó del nido.
Confuso y trastornado, Xu You vagó por las soledades, hasta que encontró un arroyo. Allí se detuvo para lavarse los ojos y las orejas, mientras decía para sí: “Las palabras que dije ofuscaron a mi amigo”. Después se perdió para siempre, sin que nadie haya vuelto a saber de él.
El ermitaño, por su parte, pensó que las palabras de Xu You habían manchado sus orejas. Descendió del árbol y fue a lavarse al mismo arroyo. Pero el genio del riachuelo, irritado, se nubló y le dijo: “¿Por qué quieres ensuciar mis aguas?”.
En esta historia, como se ve, parece que cada personaje compite por estar más desprendido del mundo que el anterior, y también por mostrar una mayor soberbia en su modestia, incluído el río.
Después de lo que dije antes acerca de la prudencia y del martirio, de los cuáqueros, de Diógenes y Alejandro, o del propio Xu You, que huyó tras rechazar el Imperio, creo que es un buen final saber que el poeta irreverente que nos cuenta esta última historia, Xi Kang, fue decapitado por comportarse de manera semejante a Diógenes:
“Xi Kang (223-262) líder del grupo , fue condenado a muerte por Ssu-ma Chao, padre del primer emperador Tsin, que en ese momento era el todopoderoso ministro en la corte de Wei, el estado más al norte durante el período de los Tres Reinos. Xi Kang tenía la costumbre de explicar su doctrina a sus discípùlos y había adquirido una gran reputación. Ssu-ma Chao fue a escucharle, pero Xi Kang no hizo ningún esfuerzo para tratar al ministro con la ceremonia habitual e incluso aparentó no advertir su presencia. Ssu-ma Chao se ofendió y cuando tiempo después oyó que Xi Kang en una carta a su amigo Shan T’ao había hablado de manera burlona de T’ang y Wu, los heroicos fundadores de las dinastías Shang y Chou, el ministro utilizó este pretexto para ejecutar a Xi Kang como uno que “causa desorden y confunde las rectas doctrinas”.
En este dibujo japonés del período Edo, en concreto de la época Kan’ei (1624-1644) y de un artista de la escuela Kano, se muestra el momento en el que Xu You (Kyoyu en japonés), tras escuchar la oferta del emperador Yao (Gyo en japonés) se está lavando los oídos en el río. Junto al río está otro ermitaño, sin duda el ermitaño de los pantanos, llamado Qao Fu (Sō Ho en japonés), que ha llevado a su buey a beber al río, pero que al ver lo que hace Xu You se aleja de las aguas contaminadas.
En Japón esta historia era especialmente apreciada entre los guerreros y samurais, que consideraban que quien rechaza el poder es el más preparado para ejercerlo bien.
Si te interesa Xi Kang y los siete sabios del bosquecillo de bambú, puedes leer estas entradas:
Los siete sabios del bosquecillo de bambú
La traducción del fragmento comentado del Zhuang zi es de Pilar González España y Jean Claude Pastor-Ferrer.
Puedes encontrarla en Los capítulos interiores publicada por la Editorial Trotta en 1998.
En Bibliografía puedes encontrar más información acerca de otras traducciones
Continuará..

