• 2.7 Conclusión

    Sólo queda por comentar una cuestión que es tal vez la central en todo estudio de la ética aristotélica: el de su misma definición. La de Aristóteles es el ejemplo más repetido y el modelo más señalado de ética eudemonista, y además teleológicamente eudemonista. Sin embargo, ambos conceptos nos son tan trasparentes, ni su aplicación tan evidente como pueda parecer. Si no un error, la definición de la ética aristotélica como eudemonista puede ser una gran simplificación, o la descripción de un hecho trivial, pero no carente de consecuencias. ¿Es la ética de Aristóteles, en definitiva, eudemonista? Parece serlo, desde el momento en que el propio Aristóteles así lo afirma,…

  • 2.4 Acceso del hombre a la felicidad

    Llegamos con esto a la cuestión que tanto preocupaba a Aristóteles: si el hombre aspira a la felicidad debido a la naturaleza, al azar, a la costumbre, o a la educación y la voluntad. Demócrito parece opinar que ello depende de la naturaleza: “Conocen lo bello y a él se abocan quienes por naturaleza están inclinados a él” (fr.888). Sin embargo, esta sentencia es negada, o c uando menos matizada, en muchos otros fragmentos de Demócrito. La disparidad de criterio podría deberse a la consideración de lo bello, que tal vez no habría que identificar en Demócrito con lo bueno o con la búsqueda de la felicidad. El lamentable estado…

  • 1.9 La felicidad en la adversidad

    Por último, Aristóteles expone de nuevo la cuestión de los bienes exteriores, pero esta vez para analizar sus consecuencias. Si es cierto el dicho de Solón de que no podemos llamar feliz a un hombre hasta que sepamos cómo acaba su vida[1], la felicidad sería algo voluble y cambiante, a merced de las circunstancias[2]. Sin embargo, esta conclusión no es necesaria, dice Aristóteles, porque la felicidad depende de las acciones virtuosas (de cumplir esa función intelectiva propia de la naturaleza humana), de tal modo que el hombre virtuoso lo es toda su vida, si es que ha de serlo de un modo excelente[3]. Las circunstancias externas no pueden, pues, cambiar…

Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau