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La muerte de Denis Diderot
Poco antes de la muerte de Diderot, se le llevó a un lecho más cómodo. Dijo: «Os molestáis por un mueble que no durará ni cuatro días». Murió, en efecto, cuatro días después, pronunciando estas palabras famosas: «El primer paso hacia la filosofía es la incredulidad». El 1 de julio de 1784, Diderot, en la mesa, se inclina para servirse una compota de cerezas; su mujer le hace una pregunta, a la que ya no responde. «Se utiliza a los muertos para deprimir y entristecer a los vivientes.» «Cuando sobre mi sarcófago una gran Palas desolada muestre a los viandantes con el dedo las grabadas palabras: Aquí yace un…
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¿Es posible dialogar con un creyente?
En una respuesta al comentario de un lector, escribí hace unos años algunas cosas acerca de la dificultad de discutir con un creyente. Con cualquier creyente. Retomo esas ideas aquí. Cuando se discute con un creyente, tiene lugar eso que los psicólogos llaman el punto ciego: existen regiones intelectuales, temas o cuestiones en la que todos dejamos de razonar de la manera en que lo hacemos normalmente. Les sucede también a las personas muy ideologizadas, o a las personas obsesionadas o enamoradas, y a los seguidores de equipos de fútbol, por supuesto. Si se discute con un comunista fervoroso, o con un fascista, acerca de sus ideas políticas, se sabe desde…
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Atisbos de inmortalidad en la librería Rafael Alberti
En este vídeo, Lola Larumbe, de la librería Rafael Alberti, en el madrileño barrio de Argüelles, recuerda los tiempos difíciles en los que se inauguró la librería, durante la época franquista o quizá poco después de la muerte de Franco, hacia el año 1975. La fotografía de la que hablamos Lola y yo en la presentación, en la que mi hermana Natalia y yo posamos junto al escaparate de la librería: Y aquí hay otra fotografía tomada en el mismo día mismo día, en la que aparecemos mi padre, Iván, y yo: Junto a la palabra «VOLVEREMOS» se pueden ver disparos de bala. La palabra que hay escrita debajo no acabo…
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La muerte de Francisco de Quevedo
Ya muy enfermo, Quevedo preguntó al médico que le dijera cuánto tiempo le quedaba por vivir; el médico le dijo que tres días, a lo que el escritor replicó: “ni tres horas”. Y así fue. Dictó sus últimas disposiciones y no pudo dejar de ser quien era cuando a la propuesta de un amigo de que dejara dinero para pagar los músicos que habían de acompañar su entierro, soltó: “La música páguela quien la oyere”. Quevedo murió el 8 de septiembre de 1645 en un cuarto del Convento de los Dominicos de Villanueva de los Infantes. Allí se conserva todavía la cama, y en la pared un soneto escrito por…
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La muerte de Séneca
«Séneca, porque siendo ya muy viejo y teniendo el cuerpo muy enflaquecido con la larga abstinencia despedía muy lentamente la sangre, se hizo cortar también las venas de piernas y tobillos… Y sirviéndose de su elocuencia hasta en aquel último momento de su vida… dictó muchas cosas». «…Durándole todavía el espacio y dilación de la muerte, rogó… que le trajesen el veneno ya de antes prevenido, que era el que solían dar por público juicio los atenienses a sus condenados… Y lo tomó, aunque sin ningún efecto, por habérsele ya resfriado los miembros, y cerrado las vías por donde pudiese entrar la violencia en él. A lo último, haciéndose meter…