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Un curioso epílogo de Shakespeare
En La segunda parte de Enrique IV hay dos epílogos. Uno era tal vez para su presentación en el teatro, el otro para Whitehall, ante la reina. En el segundo, nos dice Shapiro, oímos hablar a Shakespeare por primera y única vez como él mismo, pues se supone que Shakespeare en persona «recitaría el insolente epílogo»: «Primero mi temor, después mi reverencia; por fin mi discurso. Mi temor es no haberos agradado; mi reverencia, mi deber y mi discurso, es para pediros perdón. Si ahora esperáis un buen discurso, estoy perdido, pues lo que tengo que decir es de mi cosecha y lo que habría que decir me temo que sería…