• Los placeres de la soledad en Bai Juyi

      En el año 832, el poeta chino Bai Juyi (Po’ Chui) reparó una parte desocupada del monasterio Hsiang-shan, en Lung-mên y se llamó a sí mismo el eremita de Hsiang-shan. Creo que allí escribió este poema:     DESCANSANDO SOLO EN EL TEMPLO HSIEN YU La grulla de la playa permanecía sobre las escalinatas. Desde el estanque se veía brillar la luna a través de una puerta abierta. Encantado con el lugar me quedé allí dos noches sin moverme para nada, contento de poder hallar un lugar tan tranquilo; satisfecho de que ningún acompañante me incordiara. Desde entonces he disfrutado de esta soledad y he decidido no venir nunca…

  • Prohibid los placeres

    De John Milton se suele decir que era ciego, puritano y que escribió El paraíso perdido. Es un resumen muy útil para ignorar quién era Milton. Es cierto que era ciego, pero no siempre lo fue; es cierto que era puritano y partidario de Cromwell, pero no un fanático como lo fue el Lord Protector, y es cierto que escribió El paraíso perdido, pero también El paraíso recobrado, y otros muchos poemas y ensayos. Hoy imaginamos a Milton como a un ciego que nos mira a través de sus cuencas vacías, pero quienes fueron con él a la escuela le llamaban «la damisela del College» a causa de sus largos…

  • ¿Qué culpa tiene la rosa?

    La rosa es uno de esos símbolos literarios o imágenes poéticas tan manoseados que se han convertido casi en un cliché. «No la toquéis más, así es la rosa», decía Juan Ramón Jiménez, tocando, también él de nuevo, la rosa en un poema. Alguien dijo una vez: «El primero que comparó los labios de su amada con una rosa era un genio, el último es un imbécil». Pero hay aquí una observación que hacer: ¿qué culpa tiene la rosa?, ¿es que la rosa no sigue siendo, a pesar de todo, una hermosa imagen, un reflejo o réplica de los labios amados? La mejor defensa de la rosa que yo conozco,…

  • Fábula del origen del mundo y primera tentación

         1 In ilo tempore En el principio, las rosas eran rosas los dientes eran sólo dientes y las perlas escasas. Las mujeres peinaban su cabello rubio el oro se extraía de las rocas y los ríos y las palomas volaban en el cielo, en vez de refugiarse en el pecho de las muchachas. Pero, ¿cómo no emparejar dientes y perlas, oro y cabello senos y palomas? Lo uno por lo otro Hermosa manera de no llamar a las cosas por su nombre.   2 La Caída La rosa, la rosa, la rosa, la rosa la rosa, la rosa, la rosa, la rosa la rosa la rosa la rosa…

Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau