Los soplos de la voz
El maestro Zhuang dice: «Las palabras no son como el soplar del viento».
Esta es una frase que se puede interpretar de muy diversas maneras. Una de ellas, de la que he hablado en Palabras en el viento, es que las palabras son algo más que simple aire, puesto que transportan un significado, tienen un sentido. Desde este punto de vista, el maestro Zhuang estaría negando la célebre expresión de los nominalistas medievales que decían que las palabras eran «flatus vocis», soplos de la voz, puro aire sin más.
Ahora bien, los nominalistas no llegaban tan lejos como para negar que las palabras tuvieran significado, lo que decían es que los conceptos universales, como «bondad», «belleza» o «divinidad» eran emisiones fonéticas, palabras con un significado, pero no necesariamente con un referente. Es decir, que aquello a lo que se referían no tenía por qué existir. Existe Dios (para los cristianos nominalistas) pero no la «divinidad», existe este hombre y aquel hombre pero no la «humanidad».
Roscelino de Compiègne (1050-1121), fundador del nominalismo y autor de la comparación entre los universales y los «flatus vocis» fue obligado a retractarse de sus enseñanzas, ya que, siguiendo su interpretación, era absurdo decir que exista algo que se corresponda con la palabra «Trinidad». Lo que existiría según el nominalismo estricto sería el Dios padre, el Dios hijo y el Dios Espíritu Santo, lo que nos aleja de ese monoteísmo-trialismo inexplicable e incomprensible que adoptaron los cristianos y que desembocó en la herejía del triteísmo, es decir, la existencia de tres dioses o al menos tres sustancia diferenciadas. A pesar de ese peligro de caer en la herejía al negar la existencia de la Trinidad, el discípulo de Roscelino, Abelardo, y otros filósofos como Guillermo de Ockham, conservaron el nominalismo, aunque teniendo mucho cuidado de no aplicarlo a la Trinidad.
Los nominalistas, en definitiva, decían que los conceptos universales eran sólo «flatus vocis», conceptos que tenían algo más de significado que el viento, pero que no se correspondían con algo existente. Admitían que algunas palabras podían tener una correspondencia en el mundo de las cosas existentes (incluyendo entre esas cosas existentes a Dios mismo), pues las significaban, por ejemplo, la palabra «pan» referida a una barra de pan. Incluso podía haber palabras que se refiriesen a cosas no existentes o no dotadas de individualidad sustancial, pero imaginables, como la «bondad» entendida como una cualidad aplicable a cierto tipo de acciones o pensamientos. Desde este punto de vista, cuando Zhuangzi dice que las palabras no son como el soplar del viento estaría diciendo que las palabras tienen significado (tesis de los nominalistas) o incluso que tienen algo más que significado (tesis de los realistas).
Sin embargo, la frase del Zhuangzi se interpreta a menudo en un sentido completamente opuesto: Zhuang no estaría despreciando al viento al decir que las palabras son algo más que el soplar del viento, sino todo lo contrario. Estaría despreciando a las palabras, diciendo que no llegan ni de lejos a las virtudes que sí tiene el viento. Esa es la interpretación que ofrece Preciado Ydoeta en su traducción del Zhuangzi::
«La palabra procede de un prejuicio, es algo intencional, no como el viento, que es totalmente espontáneo y natural»
Es decir, Zhuang no estaría diciendo: «La palabra no es como un simple viento o aire porque la palabra, además, expresa conceptos y tiene significado«, sino: «La palabra no es como el viento o el aire porque la palabra no es natural y carece de la espontaneidad del viento«.
Preciado Ydoeta, por lo tanto, opina que Zhuang no solo da un sentido negativo a las palabras, sino que da un sentido positivo al viento. Veamos de nuevo el pasaje que ya cité en Palabras en el viento, pero ahora en la traducción de Pilar Gómez España y Jean Claude Pastor Ferrer:
«La palabra no está hecha sólo de aire,
la palabra tiene un decir,
pero lo que dice no es nunca fijo.
¿En verdad existen las palabras?
¿En verdad se diferencian del piar de los pájaros?«.
Es una traducción que parece acercarse más a mi interpretación, pero recordemos ahora la traducción de Preciado Ydoeta:
«La palabra no es como el soplar del viento. El que habla expresa razones, mas estas razones no son algo permanente. ¿Habla realmente? ¿O es que acaso no habla? Imagina que sus palabras son diferentes al piar de un pajarillo. ¿Se distinguen? ¿O acaso no se distinguen?
Aquí la traducción parece haber variado lo suficiente para favorecer otra interpretación. Hay razones muy poderosas a favor de la interpretación de Preciado Ydoeta, en especial el hecho innegable de que en los primeros pasajes del Zhuangzi se hace un elogio del viento y de lo que el viento expresa al moverse entre las oquedades de la tierra. Sin embargo, aunque creo que es cierto que Zhuang es crítico con la palabra y elogioso con el viento, creo que en el fragmento que nos ocupa se refiere al viento de la manera más común, como a algo que carece de significado, o al menos del significado atribuido a las palabras.
Enseguida veremos la crítica al lenguaje y a las palabras, al razonar mismo, que hace Zhuang, pero antes quiero avanzar una tesis personal. No tengo noticia de que ningún intérprete del Zhuangzi haya llegado a este planteamiento. Tiene que ver, precisamente con ese elogio del viento que hace Zhuang en los primeros capítulos de su libro.
Continuará…
He hablado de la polémica entre realistas y nominalistas (que no hay que confundir con la polémica realistas-idealistas, en El cristianismo, tan cerca y tan lejos)

